la-gran-apuesta_99068Mi ojito derecho /
Clorinda Power

Fui al cine y vi ‘La gran apuesta’. Una mirada testimonial, otra más, sobre el origen de la crisis. Me gustó porque es una película necesaria, como todas las que ya se han hecho, y porque a veces uno tiene que sentarse a escuchar y levantarse dos horas después con la lección aprendida (o al menos con unas cuantas preguntas nuevas que hacerse). Los bancos, los gobiernos, pero sobre todo el egoísmo y la estupidez humanos, tienen la culpa de que a la mayoría no nos llegue el dinero ni para tener la ilusión de gastarlo.

Esta película me ha vuelto a recordar que cuando nos quejamos de los bancos y de los gobiernos, cuando les culpamos de lo mal que estamos, en realidad lo que hacemos es criticar un sistema, y no tanto a las personas que lo alimentan. Me atrevo a decir que la culpa de lo que nos ha pasado, nos está pasando y nos va a pasar, no la tiene el capitalismo, sino las personas. Y son las personas, y no los sistemas, a las únicas a las que podemos exigir responsabilidades, juzgar y meter en la cárcel. El problema es que esas personas, amparándose en el sistema que defienden y alimentan, se protegen las unas a las otras como la única vía de salvarse así mismas.

Los culpables de esta crisis tienen nombres y apellidos. Y todos siguen libres, campando a sus anchas en algún despacho de Wall Street, del paseo de la Castellana, del gobierno, de la diputación y del ayuntamiento, descansando en la proa de su escritorio con vistas a algún mar del Caribe, como piratas. Piratas, unos tan estúpidos como para mirar hacia otro lado, otros tan egoístas como para llenarse los bolsillos con la miseria de los de abajo. Nos han repetido por activa y por pasiva que la culpa es nuestra por gastar por encima de nuestras posibilidades. Y una mierda. Son ellos, los piratas, unos estúpidos y otros egoístas, los que han amasado y siguen amasando fortunas por encima de sus posibilidades y de nuestros cadáveres.

Dice la RAE que una persona ruin y canalla es miserable, pero también lo dice de una persona pobre. Ojalá algún día los pobres seamos capaces de reunir la dignidad suficiente para señalar a los canallas y acusarlos de ser ellos los únicos miserables. Ojalá algún día tengamos la valentía de soltar lastre y dejar que los piratas se ahoguen en su mar del Caribe. A lo mejor ese día los pobres pero dignos podemos volver a soñar con pasar un agosto en Cádiz.

 

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