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Historia de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

Siendo, como soy, una persona impulsiva y, por momentos, vehemente, se pueden suponer que mis meteduras de pata después de que me diera “un pronto” han sido ciertamente relevantes. Algunas de ellas han tenido consecuencias trascendentales en mi vida y, después de varias cagadas (con perdón) y de un montón de años a mis espaldas, he aprendido (mejor: estoy aprendiendo, que estas cosas nunca se superan del todo) que las decisiones trascendentales nunca se deben tomar “en caliente”.

Desde luego que evaluar los riesgos y prever las consecuencias que se derivan de una toma de decisión urgente y apremiante, por no decir instantánea, es harto difícil, por no decir imposible. En ese momento en que tienes que actuar ¡ya! sin posibilidad de ponerte a pensar en qué va a terminar todo eso que te traes entre manos, es la intuición y el carácter lo que determina tu forma de asimilar los acontecimientos y, consecuentemente, de actuar. Si eres impulsivo como yo, es muy fácil que te precipites y tomes un camino equivocado. En todo caso, has actuado y “a lo hecho, pecho”.

En ese proceso que se llama crecer o, mejor, madurar, y que venimos desarrollando (con mayor o menor éxito) a lo largo de nuestras vidas, es fácil que, después de acumular años y experiencia y -también- de pensar en cómo es uno y mirarse “padentro”, descubramos nuestros puntos débiles y, por supuesto, nuestros valores y virtudes. Decía que en este proceso vital, el objetivo final parece que solo consiste en mejorar tu persona a base de pulir tus defectos cuando es mucho más fácil, satisfactorio y, a la postre, rentable, centrarse en potenciar tus virtudes y cultivar tus bondades.

Como siempre, mi discurso, poco reflexivo, me lleva por unos vericuetos intransitables donde la contradicción pone de relevancia nuestra simpleza y nuestra complicación. ¿A dónde quería llegar?, pues a que vamos aprendiendo de la vida si tenemos ese deseo y nos fijamos (aunque sea un poquino) en lo que pasa alrededor. Que hay que actuar y hacer cosas aunque te equivoques y no vale para nada pensárselo mucho. También pienso que hay que ser indulgente con uno mismo y aprender a ser lo que somos y querernos como somos y a no pedirnos peras ahora que estamos empezando a descubrir que somos unos olmos frondosos. Y para terminar con un símil salpimentado con una pizca de humor, piensen en esas chicas rubias tan guapas que se tiñen de morenas, en las de melena lisa que se rizan el cabello, en las de pelo corto que se aplican extensiones o en las de pelo lacio que se lo cardan y embadurnan de laca. Conclusión: gaste laca es igual a laca-gaste. Mejor, ponte peluca.

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