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Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

Suele decirse que “no ofende quien quiere, sino quien puede”. Es un dicho común, pero tremendamente complicado ponerlo en práctica. Siempre hay algún payaso redomado dispuesto a probar nuestra paciencia. Y digo “payaso” con todo el respeto que merecen los que se dedican a hacer reír, que en un mundo gris, la sonrisa es un don divino. Y digo “payaso” por no decir “rata inmunda”, aunque mirándolo más despacio, qué culpa tienen estos pequeños seres de moverse en alcantarillas y sacar partido de las inmundicias. Podemos buscar apelativos, pero siempre tendremos la sensación de que su referente real no tiene culpa de que lo comparen con esa alimaña. Perdón también a las alimañas.

La semana pasada el pseudoperiodista Salvador Sostres, expulsado en mayo por el periódico El Mundo, publicaba una vomitiva crónica social sobre la vida en los pueblos. Creo que le encargaron una deportiva, pero el resultado fue un verdadero esperpento. Este tipejo nos tiene acostumbrado a la polémica como estrategia mediática, mas el ejercicio de la semana pasada superó las cotas admisibles de ética periodística. Primero, por la demostración de ignorancia de la que hizo gala, y segundo y mucho más grave, porque una cabecera como ABC ampare en sus páginas las opiniones de ese impresentable. Lo de menos fue el fútbol y el heroico empate que le sacó el Villanovense al Barcelona.

La responsabilidad no es de la rata que roe, sino de la mano que provee el queso. El medio ha cometido una negligencia deontológica, a mi entender, por mucho que la opinión vaya firmada. Me sorprende que el ABC consienta estas ofensivas conductas, pero lo que me sorprende más es que este tipo tenga mujer que conviva con el hedor de sus expresiones. Y digo lo de su mujer porque él mismo venía a decir “lo afortunado que se sentían viendo desde su televisor las gradas llenas de gente de pueblo”. Y añadía: “que esto de la Copa del Rey es como sentar a un pobre a tu mesa”. Entiendo que el mismísimo José Manuel Calderon, villanovense, lo mandara cortésmente a la mierda: “nosotros sí que tenemos suerte de que ni tú ni tu mujer viváis aquí”.

Pero la gran duda que me queda es saber si esas palabras se hubieran publicado si el insigne extremeño Santiago Castelo siguiera con vida. Castelo lo fue casi todo en el ABC y aún recuerdo cómo me recibió en ese verano de prácticas del año 2000 cuando recién estrenaba 20 años: “hombre, paisano, aquí me tienes para lo que necesites, y deja el pabellón bien alto, que a los extremeños se nos respeta mucho”. Estoy convencido de que Castelo lo hubiera puesto en su sitio, es más, estoy absolutamente convencido de que quizás esa contratación como columnista nunca se hubiera producido.

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