Reflexiones de un tenor
Alonso Torres
Es un sentimiento ambivalente el que me asalta cuando acudo, voy o me encuentro con música folclórica en directo (enlatada no la escucho, a no ser la balcánica, y de esto tuvo la culpa el señor Ramón Trecet, que en un día cualquiera le dio por poner dichos cánticos en su programa de radio nacional y mientras me hacía a la plancha un filete de ternera, “crudo pero caliente”, tuve que abrir una botella de vino tinto y brindar por lo que sonaba para justificar así mis lágrimas –los que cantaban lo hacían a cuatro voces y en idioma croata). Me ocurre con este tipo de música (la folky) lo mismo que con los toros, los frailes (si son Franciskaner, por supuesto, que a los curas, con tratamiento de usted, y pa fuera, como hiciera Mendizábal con los jesuitas, y los jacobinos con los reyes) y el flamenco; sí, todas estas vainas me gustan perooo…
Abogo, si me pongo muy racional y olvido todo tipo de sentimentalismos (“una tortilla se hace rompiendo güevos”) por la eliminación del folclore (y del “arte de Cúchares”, y de los frailes, y del flamenco -aunque los “cantos de ida y vuelta” no sé si los incluiría, ¡me gustan tanto!), o por lo menos sacarlo de las calles, plazas, auditorios y garitos, salvo en contados días al año, que está muy bien eso del “aberri eguna”, o ¡viva Jaca que es mi pueblo!, y si no se elimina el bichu, que siempre hay que dejar cepas por si vuelve la plaga, trasladarlo a los museos (mira, una ideica pa los programadores curturaleg, museos del folclores)…
Y una vez expuesto lo anterior, ¡¡¡qué bien me lo pasé en el Psicopompo la otra noche escuchando y viendo, a Los Pelujáncanu!!!, ¡joder, fue una fiesta de las de órdago la grande, si hasta vino la poli y se llevó a un par de individuos (no fueron precisamente músicos los detenidos, pero casi)!. Dicho grupo, Pelujáncanu, lo forman, entre otros, mis camaradas de armas (en otros tiempos) Luis Napoleón y Pedro Pocahontas, y desgranaron en el escenario un repertorio variado, hermoso, crítico y divertido, y mientras desarrollaban su historia me dio por pensar que la música folclórica hecha con tino y estudio, nos puede venir que ni al pelo en estos tiempos de la Ley Mordaza, porque todos sabemos que los folky siempre fueron muy críticos con la situación social, y estos tiempos se merecen un poco, un mucho, de romper güevos para hacer tortillas nuevas.