Desde mi ventana
Carmen Heras

Aunque puede que Dalí tuviera razón cuando dijo aquello de “El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos”, yo soy más de capas y envoltorios. Tal vez porque creo en la magia del descubrimiento.

Cada vez que visito a mi hijo y le consulto por el clima, con el objetivo de saber el tipo de ropa que debo introducir en la maleta, él contesta inexorablemente: ‘En plan cebolla – mamá- en plan cebolla, siempre ropa que puedas añadir o puedas quitar, atendiendo al momento del día”. Es lo qué tienen los climas desérticos…

Pues bien, en mi perfil de facebook, hago algo parecido. Me parece demasiado prosaico el escribir concretamente sobre casos concretos, con opiniones concretas y con simpatizantes exactos, aunque existan muy buenos prosistas sobre el género. Yo soy más de utilizar metáforas, ideas generales, temas variopintos, (aunque siempre haya un nexo común y una explicación práctica para quien quiera y destine tiempo a curiosear).

¿Soy predecible? Creo que no. Admiro mucho a los sabios del Renacimiento a los que interesaban infinidad de asuntos, aún dentro de los esquemas del saber de entonces. Creo que eso es lo que da tanta fuerza a los humanos a quienes nada les es ajeno. Hay otras opciones, tan legitimas, claro. Me lo dijo un catedrático de una universidad madrileña, después de una interesante charla: “usted tiene la curiosidad de los hombres de aquella época” y a mi me resultó reconfortante el símil, en momentos de trabajo duro con exigencia de creatividad.

Admiro mucho a los sabios del Renacimiento a los que interesaban infinidad de asuntos

A veces es necesario recordarlo. En tiempos tan globales como éstos se pierden infinidad de oportunidades si no se tiene la suficiente inteligencia para interrelacionar los temas, las variables, las preguntas, los resultados. También las respuestas. Porque prácticamente nada es “en blanco” o “en negro” en la vida. Aunque sea más cómodo el creerlo.

Ante las injusticias grandes o pequeñas aplaudo la aptitud valiente de quienes salen a su encuentro para rebatirlas y denunciarlas. También la empatía entre humanos que tiene que ver con la sabiduría de haber recorrido caminos similares. De constatar que en el fondo, alejadas las máscaras, todos somos bastante parecidos.

Y pienso en nuestros jóvenes, llamados un día a ocupar nuestros sitios de acción, con el “testigo” recibido por quienes ahora estamos en todos los espacios de la vida. Si les dejamos luz, no tendrán ninguna disculpa para no portarla. Pero ¡ay! si solamente les dejáramos sombras…porque ese será (sólo) su mensaje.

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