La bruja Circe

Nos engañamos si pensamos que el problema de los emigrantes, de los que huyen de las guerras, de los abuelos que malviven en soledad, de los niños que carecen de lo imprescindible, y cualquier otro problema social, es de los políticos. Nosotros somos los responsables del tejido social, del pecado de omisión, de la pereza y de la falta de solidaridad.

Veo como estos días surge una pequeña llama de solidaridad cuando vemos los montes de Portugal que se queman. Alegran mi corazón esos gestos aislados de colaboración, insuficientes siempre. Sin embargo me asombra la ausencia de empatía y solidaridad que tenemos en general, el pobre concepto del ser humano que es uno con nosotros, con cada uno de nosotros. Mientras una compañera y yo hablamos de Portugal otra persona presente se queja y rezonga diciendo que las mujeres subsaharianas que vienen “tienen orden de quedarse embarazadas”. Me pregunto qué tipo de sociedad estamos creando, ¿cómo es posible pensar, ni por un instante, que sea como una fiestas de pijamas, atravesar desierto y mares para llegar a un puerto en donde puedan dar a su hijo seguridad?, ¿por cuantas humillaciones, riesgos, carencias, enfermedades pasan esas mujeres para salvar a su hijo?

Eso es lo que escuchan nuestros niños, ¿cómo van a ser solidarios? Pensemos como humanos, sin religiones ni políticas, ¿ no buscarías tu lo mejor para tu hijo?, ¿no intentarías tener casa y comida? Que existan canales, leyes o fronteras, yo sola, ni contigo, podré evitarlo, pero si cada uno de nosotros encuentra esa empatía dentro, apoyando, no ya a todos, sino a cada uno de los que sufren, de lejos y de cerca, podríamos revertir esa tendencia. Escarbemos un poco en nuestras conciencias y recordemos que miles de personas mueren y sufren en nuestras ciudades y lejos de ellas. Recobremos la pureza de corazón, la nobleza de las intenciones y, aunque sea por acallar a nuestro Pepe Grillo antes de irnos de vacaciones, hagamos un auto-examen y pongámonos en la sandalias del que no tiene nada.

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