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Con ánimo de discrepar /
VÍCTOR CASCO

Hace unos días veíamos las imágenes – tan simbólicas, tan potentes, tan impactantes– del ISIS, del Estado Islámico, ejecutando a soldados de Siria en el Teatro Romano de Palmira, en ese imponente conjunto arqueológico que es Patrimonio de la Humanidad y que tal vez en breve sufra el mismo destino que otros yacimientos arqueológicos y museos que han caído en manos del ISIS: el expolio o la destrucción.

Decía que era una imagen simbólica porque si ustedes buscan en la red fotos del Teatro de Palmira seguramente descubran que hace unos años en ese mismo escenario se subían otros actores: orquestas sinfónicas, coros, intérpretes para declamar las obras cumbres de Shakespeare o Moliere o – acude a mi retina – el ballet de Moscú ejecutando el Lago de los Cisnes de Tchaikovsky…hace cuatro años. Entonces se ejecutaban pasos de baile, hoy seres humanos. Qué desgarrador, qué horror.

Algún día habrá que juzgar al trío de las Azores por tanto sufrimiento del que son responsables directos

Pero el ISIS tiene una prehistoria, unos comienzos y conviene recordarlo. El terror que hoy estamos viendo en directo, las matanzas y la imposición de integrismos religiosos sobre la población musulmana – principal víctima de estos grupos extremistas – nace en los escombros de un Iraq invadido por Bush con la anuencia de Blair y de Aznar. Nos dijeron que Iraq albergaba armas de destrucción masiva y, mintiendo, porque mintieron y lo sabían, porque solo querían poder y petróleo, decidieron (contra la opinión del resto del mundo) derrocar a Saddam Hussein y llevar la muerte a la antigua Mesopotamia… Iraq será mas democrático, más moderno. Dijeron. Y hoy Iraq es una nación desgarrada, destrozada, de atentados diarios y donde el terrorismo del siglo XXI empezó a ensayar sus nuevas técnicas. El ISIS se alumbró entre los escombros iraquíes y dio sus primeras bocanadas en los escombros de Libia y finalmente maduró en los escombros de Siria. En cada uno de esos conflictos la Comunidad Internacional intervino armando a los “opositores” a Hussein, a Gadafi o a Al-Asad y resulta que esos “opositores” han terminado siendo peores que los dictadores a derrocar, peores para sus pueblos y para el resto del mundo.

Al ISIS, digámoslo ya, lo hemos armado nosotros. Ya pasó con Al Qaeda o los Talibanes, entonces útiles peones de EEUU contra la Afganistán comunista (aquella sociedad donde las mujeres musulmanas paseaban sin velos y estudiaban carreras universitarias)… Los que salimos en 2004 gritando NO A LA GUERRA decíamos: vais a levantar huracanes de imprevisibles consecuencias. Y de aquellos polvos, estos lodos presentes. Algún día habrá que juzgar al trío de las Azores por tanto sufrimiento del que son responsables directos.

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