Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Con estas políticas maravillosas que «disfrutamos», en las que realmente sólo importan el dinero,  los costes y los réditos, los actuales gobernantes nacionales y autonómicos han tenido la gran idea de organizar las normas de modo que todo tipo de embarcaciones puedan navegar por el río Tajo. A su paso por el Parque Nacional de Monfragüe.

Cuenta la leyenda urbana que fue una de esas ocurrencias que de vez en cuando le surgen al máximo dirigente territorial, petición concedida, ipso facto, por el Ministro del ramo, en uso de sus prerrogativas, que debió calcular que desde luego era mucho menos costosa para el Ministerio que otras necesarias en la Extremadura.

Vivimos tiempos extraños, o al menos eso es lo que parecen. Hasta dónde alcanza mi recuerdo autonómico, el espacio del Parque siempre ha estado protegido, como otros, en una región que ha hecho gala de la defensa de la naturaleza, llegando en ocasiones a un cierto integrismo. Y si no que se lo pregunten a los alcaldes y su lucha por la colocación de los «molinillos» de energía eólica en sus términos municipales.

El patrimonio natural no puede entenderse como una mercancía apta y susceptible de total ofrecimiento en el altar del mercado

Los fondos europeos han tenido mucho que ver con ello. Objetivo 1 para Europa, el desarrollo de esta comunidad habría sido otro, mucho más mísero, si no hubiese dispuesto de esas grandes partidas que han construido carreteras y unas cuantas infraestructuras más para todos los extremeños rurales y urbanos sin distinción, (algo que éstos no debieran olvidar ahora, cuando llegan las elecciones europeas y las encuestas preelectorales anuncian abstenciones elevadas en los censos). Pero al tiempo, la recepción de los fondos tenía la contrapartida de la defensa del medio ambiente y su mantenimiento. Cosa lógica y natural. Y nunca mejor dicho.

Pero, en fin, no nos olvidemos del fondo de este artículo. Dicen los que saben, que bastaría un paseo en barca por el río a su paso por Monfragüe para que la reproducción de una serie de especies muy sensibles a la presencia de los humanos se viera perjudicada. Y ponen de ejemplo a las trescientas parejas de buitres negros que existen allí.

Analicemos: Las características excepcionales de la avifauna en peligro de extinción, existente en este lugar, están suficientemente contrastadas y reconocidas por especialistas nacionales e internacionales por lo que no se debe dudar de sus afirmaciones. Ni tampoco de la importancia de Monfragüe como un ecosistema singular, una especie de isla cuasi natural y aislada durante siglos que permite (a decir de los entendidos) la supervivencia de especies, que en otro sitio no sería posible. Todo ello debido a la escasa población del Tajo, resultado de la frontera que forma el propio río, de la casi nula productividad  del suelo y de la topografía difícil de sus riberos.

¿Estropear todo esto para conseguir qué? ¿Beneficios turísticos, mayores ingresos? Estúdiese cuantos. ¿Enfado de Europa y retirada de fondos a partir del momento en que le llegaran las primeras denuncias de las asociaciones ecologistas?

Sería menester que no dilapidemos a lo loco lo que tenemos. Aquello importante y específico que Extremadura posee. El patrimonio natural no puede entenderse como una mercancía apta y susceptible de total ofrecimiento en el altar del mercado. Sería preciso escuchar a quienes desde el conocimiento y la madurez reclaman el cuidado necesario para dejar lo mejor de nuestro tiempo a nuestros hijos. Para no quemar y destruir lo no contaminado en pos de una falsa ganancia. Mercantil, por más señas.

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