Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

Qué lejos estoy de casa, pienso cuando acelero y salgo pitando del planeta que antes se llamaba Tierra (y que desde el espacio se veía azul), y que ahora es conocido como Planeta-Mierda y es una masa marrón infecta de contaminación y calor, y que para lo único que sirve es para el reportaje de obsoletas naves espaciales (Alina, La Cosmonauta, y otr@s much@s como ella llevamos naves modernas que no necesitan combustible terráqueo, pero yo le he pegado un par de pasaditas aéreas a esta bazofia pues mis tatarabuelos, tanto los maternos como los paternos, eran oriundos de aquí). Si quiero llegar a tiempo para la fiesta del Año Kuiper debo acelerar durante unos segundos el vehículo espacial que comando (una nave de carga ligera evolucionada a partir de las YT-1300) y luego “subirme a un rayo de luz”, como dijo en su día Prot.

La Tierra desaparecerá en breve (no se volatizará, no, sino que la vida será inviable por la contaminación, por la falta de atmósfera y por la ausencia, lógico, de oxígeno), será, más o menos, como hoy es Marte para ustedes, pero en apestosa y sucia; y no, no soy vidente ni nada por el estilo (de hecho no creo en esas mandangas), solo soy un piloto de transporte que va por los multiversos llevando en la “CrowSalem”, como ahora, cognacs (unos Napoleones excelentes, por cierto). Primero fue la mano del hombre como fuerza útil de trabajo, después llegó el fuego, el vapor, más tarde el carbón, el petróleo, el gas, la energía nuclear, el litioooooooo, y sin darse cuenta, ¡oh, camaradas! (es una forma de hablar, a lo de “camaradas” me refiero), de que lo que hubiera salvado a su planeta era algo taaaaaaannnn sencillo como el uso de las llamadas energías renovables: solar, geotérmica, eólica, biomasa, hidráulica… ¡¡¡jódanse!!!

Alcanzo en estos instantes la velocidad máxima y voy “subido” en un San Juan, que es algo así como un rayo de luz “alto”. Apago el equipo de música (estaba sonando La Foresta Incantata de Geminiani) y me dispongo a escuchar lo que llamo “el concierto de cuencos”. Todo se borra, la nave se esfuma bajo mi culo; el cuerpo, si he de describir de alguna forma lo que siento, desaparece; la mente deja de tener lagartijas, Pepitos Grillo o dragones (que en realidad son lagartijas grandes), y veo luces blancas en medio de negruras que nos son acechantes, y en el reborde del blanco, que más que blanco es plateado, aparecen suaves y delicados oros, y es ahí, justo ahí, cuando escucharé el “fa sostenido” que un día me regaló la Bruja-Pájaro. Qué lejos estoy de casa, vuelvo a pensar antes de sumirme en la nada, pero voy hacia allí…

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