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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Finalizado el escrutinio electoral, el Partido Popular se ha apresurado a santificar su gestión, sus políticas e incluso sus latrocinios apelando al voto popular: los ciudadanos nos avalan.

El caso más extremo ha llegado de la mano de la siempre dicharachera diputada Villalobos, para quien el caso Fernández (el uso de las cloacas del Estado para construir acusaciones infundadas contra partidos de la oposición) está ya cerrado tras el 26J. La mayoría de los españoles —nos viene a decir— está de acuerdo con el uso partidista de las instituciones.

Es una falacia. Doble. Primero, porque la inmensa mayoría de los españoles han votado por otras opciones políticas que no son el Partido Popular (que ha logrado el 31% de los sufragios… el 31%). Segundo, porque no sabemos si el voto popular tiene como primera causa estar de acuerdo con la corrupción. Otros factores como la campaña del miedo (a la que se sumó en un ejercicio de irresponsabilidad el Partido Socialista y Ciudadanos, que han cosechado así un mal resultado electoral, y en el caso del PSOE su peor resultado electoral desde 1979) o incluso el efecto del Brexit han podido operar para lograr que Rajoy obtenga 14 escaños más en estas elecciones.

Si podemos decir, en cualquier caso, que la corrupción no ha sido un factor determinante para optar entre opciones electorales. Un partido condenado, acusado de doble contabilidad, que paga reformas en su sede en B y que reparte sobres con dinero negro entre sus dirigentes es, ese partido, el más votado por los españoles quienes no pueden aducir ni ignorancia ni desconocimiento. El más votado, sí: pero no por la mayoría de los españoles. 8 millones de votantes. El 31%.

Mariano Rajoy ha pilotado su campaña electoral sobre dos ejes: el discurso de las disyuntivas —un recurso habitual, por cierto, en el populismo de derechas (yo o el caos, yo o los radicales, PP o independentistas)— y no destacar demasiado; no llamar la atención. Le ha dado resultado.

Y esa va a ser también la estrategia con la que pretende coronarse como Presidente del Gobierno: esperar a que los demás le voten o se abstengan con el menor ejercicio político por su parte. Antes del domingo 26J se nos decía que al día siguiente se empezaría a negociar. Tras el 26J se nos convoca a “esta semana” y ya se empieza a hablar de iniciar la ronda “una vez constituido el Congreso”… Y mientras se dilata el tiempo, ahí tienen ustedes a Mariano Rajoy: en funciones perpetuas. Tal vez estemos condenados a entrar en bucle y ser convocados cada seis meses a las urnas mientras Rajoy se fuma puros en funciones.

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