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Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

Esta semana ha muerto la duquesa de Alba. La mayoría de los medios se han deshecho en alabanzas hacia la rebeldía de sus años mozos y la independencia que siguió atesorando en su etapa de madurez. El retrato de una noble hippie. Ha fallecido a los 88 años edad, justo cuando disfrutaba las mieles de su tercer y último matrimonio. La Duquesa de Alba venía a ser algo así como una Reina de Inglaterra en plan castizo español. Muy del Betis “manque pierda” y muy de hacer lo que le diera la realísima gana. De ella decían que tenía razones más que sobradas para mirar a la gente por encima del hombro, pero que justamente practicaba todo lo contrario.

Bien, no seré yo quien desdibuje en estas líneas el perfil de Cayetana Fizt-James Stuart, pero hombre, una cosa es lanzar lisonjas protocolarias en estos días de duelo y otra elevar el espíritu libre de la duquesa al nivel del mismísimo James Dean para competir en rebeldía.

Criterio. Un término tan sencillo de pronunciar como imposible de ejecutar

En este país tan de extremos no tenemos punto medio. Nos entregamos a una causa con una pasión descerebrada o desconfiamos en demasía de algo que se nos salga de ojo. Por no mencionar esa manía tan nuestra de admirar a la persona después de muerta, pero obviarla en vida como un figurante en una película de romanos. No te reconocerán méritos hasta que no ocupes el nicho. Menos obituarios y más aplausos en vida. ¿Nos pasará los mismo con el pequeño Nicolás? ¿Será la Pantoja un mártir vilipendiado con el paso de los años? Es más, ¿será analizada este país por un grupo de próceres psicólogos?

Las decisiones sabias suelen ser atemperadas para evitar que la contaminación emocional distraiga nuestra opinión. Harto complicado en un país sometido a los vaivenes de colaboradores televisivos, de tertulianos a saldo y sueldo, que bombardean desde primera hora de la mañana. Telecinco hace ya mucho que consideró más rentable tratar a los espectadores como subnormales que como ciudadanos con criterio como nos demuestra una parrilla destinada a mutilar neuronas sin piedad.

Siempre nos quedarán las redes sociales donde los mecanismos de control son más ineficaces, aunque no por ello inexistentes. Criterio. Un término tan sencillo de pronunciar como imposible de ejecutar. No es más que la capacidad de pensar y tomar decisiones por uno mismo. No interesa. Es mucho menos molesto tener marionetas pusilánimes que se encarguen de extender bulos y agachen la cabeza ante las explicaciones oficiales.

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