Cuando cae la noche del Jueves Santo en Valverde de la Vera, una localidad de apenas 500 habitantes, los empalaos se preparan en sus casas, en la más estricta intimidad, y se echan a la calle para realizar las 14 estaciones de penitencia de uno de los Viacrucis más emblemáticos de la región.

Esta tradición data del siglo XVII y en su origen fue un rito de penitencia disciplinante que se extendió desde la Edad Media y que ha ido acumulando años y celebraciones hasta que en 1980 fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, momento en el que alcanzó su punto álgido.

El año pasado acudieron 3.000 personas, segun datos de la Guardia Civil

Según explica la alcaldesa de la localidad, Nathalie Deprez, durante estos días la población se multiplica y es este turismo el motor que la alcaldesa desea para que la localidad crezca, pues el censo de habitantes disminuye cada año ante la falta de alternativas. “Nosotros apostamos por el turismo”, subraya la regidora. Por este motivo, este año han inaugurado una oficina de información turística donde trabajarán 4 técnicos especializados que promocionarán todo tipo de actividades de ocio, culturales y de naturaleza. De hecho, ya tienen programadas algunas rutas por la zona y otras informativas por la propia localidad. Comenta que el mismo día de los empalaos es muy difícil organizar nada por la cantidad de gente que llega hasta el pueblo. “El año pasado según datos de la Guardia Civil vinieron unas 3.000 personas”, indica.

Decisión personal

Los empalaos eligen serlo de forma totalmente voluntaria y no se sabe hasta esa misma noche los hombres que procesionarán. Normalmente la cifra está en torno a los 20 ó 30 y deciden realizar este viacrucis por alguna promesa puntual o que hayan hecho de forma vitalicia.

Son los familiares más cercanos y amigos los que visten al penitente con los elementos necesarios: timón, sayas, soga y corona de espina. En su cabeza colocarán el velo y la corona de espinas y por supuesto, irá descalzo. Como ya de por sí el atuendo es incómodo, el ayuntamiento procura facilitarles el desfile limpiando de forma minuciosa la calzada de piedra. Además, esa noche, las calles están más iluminadas para que el empalao pueda guiarse sin demasiados esfuerzos. Esa luz también les llevará hasta el final del recorrido donde se encontrarán con sus familiares.

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