Lunes de papel
Emilia Guijarro

Durante muchos años, las mujeres de Hollywood han estado calladas, hasta que unas cuantas actrices valientes decidieron denunciar los abusos sexuales a los que habían sido sometidas. El escándalo estalló y como ya sabemos la campaña contra el acoso sexual ha ido creciendo como una bola de nieve hasta convertirse en la protagonista de la ceremonia de los Globos de Oro. Lo que durante décadas ha permanecido oculto ha saltado al mundo a través de las emocionantes palabras de Oprah Winfrey y su inmenso poder de comunicación y denuncia. El potente discurso de Oprah señaló que el acoso sexual va más allá de la industria cinematográfica y que lo encontramos en todos los ámbitos de la vida: en la cultura, en la religión, en la política, y en el trabajo.

Y cuanto más se extendía la noticia y más solidaridad despertaba aparece la mítica Catherine Deneuve, que fue símbolo de la Marianne francesa, para poner la guinda de la contrarréplica. Ella y cien mujeres francesas han firmado un manifiesto en el que declaran que temen por su libertad, creen que estamos ante una ola de puritanismo y que el flirteo, las insinuaciones, el acoso forman parte de la sagrada libertad de «importunar», y que la campaña no es la mejor forma de cambiar las cosas, y que los hombres temen ser acusados injustamente y perder sus trabajos por ello.

La libertad sexual es otra cosa, es la capacidad de decir sí, cuando sea sí y decir no cuando sea no

Y la pregunta que hay que hacerle a las «mariannes» francesas es qué parte de la denuncia no han entendido, porque las mujeres que denuncian lo hacen desde una posición de desventaja, la que da el poder que tiene sobre ella el hombre que la acosa, que la humilla, que la pega, Son mujeres que necesitan un trabajo, un techo, una subsistencia, y que en muchos casos, tienen que alimentar a sus hijos, porque estas «cosas» suceden cuando no se puede elegir. No es la libertad lo que está en peligro, es la igualdad y la fraternidad, que a las «mariannes» francesas parece que se les ha olvidado.

Pretender que se vuelva a tiempos pretéritos es no entender que el mundo está cambiando y que pocas cosas pueden permanecer ocultas, aunque duelan. Habrá que explicarle a las firmantes del manifiesto que libertad sexual es otra cosa, es la capacidad de decir sí, cuando sea sí y decir no cuando sea no. Los acosadores no conocen ni la libertad, ni la igualdad, ni la fraternidad.

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