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Historias de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

Cuando de una idea para escribir una colaboración literaria como esta, solo te ha dado tiempo a registrar el título y todo el discurso que fraguaste lo tienes que recuperar de lo más profundo de tu disco duro mental y, de remate, la intención nueva que traes viene contaminada con la “rabiosa actualidad”, entonces tienes un problema. Un problema que decides atajar, por ejemplo, dando explicaciones superfluas, poniendo excusas y yéndote por los Cerros de Úbeda (Patrimonio de la Humanidad). También, para confundir al “atento lector” y complicar la parrafada con el fin de desesperarlo, optas por cualquier tangente subordinada y te pierdes sin remisión en un bla bla bla. Al final, a base de tratar de evitar -imposible- los posibles errores como escritor, dejas de lado los circunloquios y vas a los granos, que hay varios (y ya es hora).

Primer grano: “Lo que viene siendo el título”. En el otro lado de la balanza donde se cuenta la sobresaturación, sobrealimentación, sobreinformación y otros sobres (incluido esos, si, en los que se reparte el bacalao), se halla la erosionada capacidad de sorprenderse o, incluso, dejarse sorprender. Tenemos tanto afán de proyectarnos en el futuro haciendo planes, construyendo castillos aéreos, alimentando esperanzas y sueños, previniendo, maquinando o ilusionándose uno, que nos perdemos lo mejor: la vida. Mira que es esta una canción requetemachaconamente repetida; y es que no nos la aprendemos. Será que no hemos evolucionado bastante y que hasta que no pasen un par de milenios o tres, no nos vamos  a enterar -las “personas humanas”- de qué va esto de vivir.

Grano dos: “La rabiosa actualidad”. Mira tú por dónde que lo que más me ha venido a la cabeza estos días pasados con la sobredosis informativa del infortunio de Nepal es otra tragedia similar por la  que nos sentimos vulnerables y humanos en el mismo grado que ya lo hicimos recientemente: el terremoto de Haití. Pienso en las diferencias entre país rico y país pobre, en los perros flacos a los que todo se le vuelven pulgas, en el desconsuelo de la catástrofe natural que con tan pasmosa naturalidad se lleva “atomaporculo” todos esos – tan humanos- planes de futuro de los que hemos hablado antes. De pronto, tu maldito presente se convierte en ruina, desolación, dolor y muerte y tu única expectativa es solo seguir con vida. En eso consiste mirar al futuro: en seguir vivo. Esto me lleva a pensar en que tengo mucha suerte. Como tú, que tienes la oportunidad de leer un semanario cultural (casi na). Y por eso doy gracias, que también es positivo y tal y cual.

Tercer y último grano: Este me lo dejo para luego, que ahora voy a… (elíjase la respuesta que más acorde esté con uno mismo y su propio mecanismo): a) poner la mesa, b) echar de comer a las cabras, c) regar las plantas, d) dar una vuelta, e) pagar el café, f) reforestar o plantar un pino, g) sacar el tuper del frigo, h), poner un guasa, i) darle lustre a los zapatos, j) echar la quiniela, k) sacar a la perrina, l) darme una ducha, m) arreglar lo de eso, n) leer, ñ) hacer una llamada, o) enredar con eso que a mi tanto me gusta, p) encerrarme en mi cuarto, q) sacar las bolsas del coche, r) cortarme las uñas de los pies, s) ver la peli de la tele, t) tirar la basura, u) ir a ver a la abuela, v) colocar los armarios, w) rellanar las botellas, x) echar un polvito, y) jugar una partida más (solo una, telojuropordios) y z) a sobarla o planchar la oreja; como quieras (pero antes, a cepillarse los dientes que hay que mantener perfecta la sonrisa).

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