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Historias de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

¡Qué ilusión! Partiré de un listado que contiene algo así como los diez mandamientos. No porque sean obligaciones, tareas impuestas o sobrevenidas o una lista a gran escala de recados y deberes, no; simplemente porque son diez y es un número redondo y con fuerza. Aporta referencias y equilibrio. Me anima.

Leo y releo el listado y llego a la conclusión de que mi relación de “los diez mandamientos” está desestructurada. Para que esas frases, palabras, ideas telegrafiadas o motivos de inspiración tengan algún sentido, deberé alterar su orden. Me pongo a ello. Con mucho tesón y un poco de inspiración, seguro que de ahí sale una historia; seguro. Voy a arrancar con este ejercicio literario y dejaré que el relato tome cuerpo solo. Es fácil (y arriesgado) eso de plantearse, de buenas a primeras y a partir de un listado de impresiones y de notas desordenadas, escribir una novela de éxito pero voy a ello. Para llegar a cualquier sitio hay que ponerse a caminar, ¿no es cierto?

Tengo notas tomadas en momentos de vigilia, tras el sueño, estando bajo los efectos, sufriendo los síntomas o estando más o menos afectado o perjudicado por algo o por alguien. Tengo notas espontáneas, reflexivas, eruditas, improvisadas, inspiradas, forzadas… Mucho material agrupado en diez bloques. Tengo.

Voy a arrancar con este ejercicio literario y dejaré que el relato tome cuerpo solo

Creo que desarrollando cada uno de los puntos, una vez colocados, claro; será suficiente para… ¡mierda! Pronto me vienen las depresiones propias del principiante, del eterno aspirante, del quiero y no puedo (ser escritor). Dudo. Con ese escaso y pobre material no me veo capaz ni de completar con mediano éxito la mitad del inicio del planteamiento del capítulo uno. ¡Qué asco!

No sé si será cuestión de hacer descripciones de los lugares donde se desarrollarán las acciones, de dibujar con el perfil de los personajes, de construir su rol y de hacer patente su personalidad; pero no diciendo “este tipo es así y asao”, sino a través de sus hechos y de sus palabras, que es más valorado y también más difícil y, sobre todo, más largo… A la postre, parece ser que eso es lo único que me interesa: que vayan cayendo renglones y renglones, párrafos y párrafos y, con un poco de suerte y, sobre todo, mucho tesón y mucho duende, los diez mandamientos darán por lo menos para un cuentecillo o un relato breve (quizás).  Ah, eso si, con un lenguaje claro y conciso, como se decía en los exámenes de literatura en tercero de BUP.

Uf, releyendo lo poco que he escrito (un saco de ánimos y dudas amontonados), como no venga el Espíritu Santo en forma de musa salvaje o me pase algo gordo de verdad, de aquí no van a salir más que tonterías; eso si, alumbradas con satisfacción y con el reconfortante fin de quitarme un poquito el mono de la escritura. ¿Dejaré flotando en el limbo del interminable cuaderno de proyectos otro intento en vano más de escribir una novela…? No, esta vez va en serio. Lo voy a compartir contigo. Vas a ver.

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