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Desde mi ventana /
Carmen Heras

Uno de los problemas de no conocer la historia es que se vuelve necesario repetirla, lo cual puede resultar un completo aburrimiento.

Repasando papeles, tropiezo con diferentes textos reivindicativos del rol de la mujer en los espacios públicos, todos ellos realizados hace años cuando el momento parecía propicio y quedaba todo o mucho por hacer. Son documentos elaborados por equipos de expertas que buscaban una presencia real del género femenino desde la escuela y una conformación de la sociedad con reparto de papeles entre hombres y mujeres como iguales. La LOGSE apostaba claramente por ello. Y con objetivos transversales.

Estamos en el siglo XXI y la aparición de la mujer en cada uno de los compartimentos de la vida es algo frecuente y natural. Mujeres son nuestras locutoras, nuestras profesionales, nuestras políticas…Mujeres hay, en mayoría, en los centros universitarios, mujeres en los bares y centros de ocio, mujeres en los espectáculos y programas televisivos, desarrollando (con idéntica eficacia) tareas o mascaradas encargadas en otro tiempo únicamente a los hombres.

Pero no sé qué ocurre que sigue siendo necesario el soniquete de la reivindicación, la queja justa. No solo para las hijas de nuestras hijas (que no observan con idéntico recelo lo que en otros tiempos veíamos hombres y mujeres: que la libertad de elección es algo a conseguir diariamente), sino para cualquier ser humano que lo siga necesitando en su vida personal al encontrarse con la pelea diaria entre lo qué debiera ser y lo qué ciertamente es.

Hay que seguir reivindicando, sin duda, pero sin fundamentalismos. Por eso me parece tan extraña esa (pretendidamente) imposición de algún estamento de la Junta de Andalucía que busca el que los niños y niñas adquieran, con métodos disciplinarios para los profesores, un vocabulario determinado y estricto para diferenciar y «hacer ver» específicamente al género femenino del otro. Y todo ello en un idioma, el español, tan rico en matices y que tiene tantos vocablos distintos sobre la misma cosa.

No es así como conseguiremos que los pequeños, adolescentes y jóvenes se respeten los unos a los otros. Porque el respeto es otra cosa. Es aceptar al que tienes enfrente de forma nítida, sin ambigüedades. Sabiendo que es distinto. Pues claro! Menudo aburrimiento si todos fuésemos iguales, con los mismos deseos, con las mismas neuras, con los mismos errores. Con el mismo color de piel, con la misma dentadura. ¿No les parece?

No hay que creer en la igualdad, hay que creer en el derecho a la diferencia.

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1 COMENTARIO

  1. La eterna discusion queriendo obligar al macho aceptar que la mujer es igual a el es ridiculo. Eres ciega y alavez estupida si no vez las tantisimas diferencias que hay entre el hombre y la mujer.
    Aquellos que hacen la pregunta de quien es mas inteligente el hombre o la mujer son unos cabezas de burbujas, porque acaso no es obvio si miras a tu alrededor cual genero esta construiendo y desarollando al mundo?

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