Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

Me junté el día de marras (¡¡¡por fin salía de su habitáculo habitual La Orquesta de Extremadura!!!) con mi amigo, compositor y músico, Carlos Ojeda, pero antes estuve charlado, camino de comprar unas cervecitas fresquitas (que no frías, ya que me las agenciaba en un restaurante paquistaní de la Calle de los Bares de la capital cacereña, y estos colegas, los pakis, no saben lo que es la cerveza fría, no la beben, no trasiegan alcohol y rezan cinco -5- veces al día mirando a La Meca), con el señor Bernal, antiguo profesor mío en la Universidad (Literaturas en General, Decimonónica en Particular -lo que suspiraban por él las compañeras; también lo hacían, el suspirar, digo, por otro profesor, en este caso, por el de filosofía, el señor don Isidoro Regera, una lumbrera europea especialista en Wittgenstein-), y me dijo, “tú que sabes de esto (eso lo dijo él, no yo), ¿qué opinas de…?”, y puso cara de, “en fin, esto es lo que hay”, y se refería a la Oex y a su concierto en la Plaza Mayor de Cáceres. Le respondí al señor Bernal diciéndole que me parecía de puta madre el que salieran a la calle, los de la orquesta, y que cuándo estos profesionales se habían visto rodeados de tantos oyentes o escuchantes, porque lo cierto es que si tuvieran que vivir de las entradas o de los abonos que venden, por los cohones iba a tener Extremadura una orquesta como la que tiene, una orquesta, que en el argot, “pita”, o sea, que suena (bien, bien, bien).

Llevamos al concierto a l@s crí@s, y me gustó verlos correr y jugar por allí, más allá del público, parándose y escuchando, casi extasiados, o extasiados del todo, en los momentos en que la orquesta atacaba los pasajes más vistosos y estruendosos (recuerdo cierto viaje con La Grillería, ¡¡aúpa Tuna!!, a Alemania, en el que llegamos a Bremen   –por aquello de hacerle un homenaje a sus famosos músicos- y en la plaza Unser Lieben Frauen Kirchhof de dicha ciudad nos encontramos con un concierto dentro de la semana dedicada a Schubert, una “Schubertiada” de las muchas que se celebran en Alemania; allí había muuuucha gente congregada, y además de todas las edades, de cero a cien años, y nadie, nadie, nadie se movía, y además cantaban, muy por lo bajini, eso sí, acompañando a la soprano que interpretaba “La novicia”, sobre un texto de Craigher, y todos pensamos, “joder, qué cultura musical tienen estos cabrones”).

La OEx salió a la calle, a la Plaza Mayor de mi pueblo (de mi pueblo al mundo) e interpretó a Bellini, Mussorgsky, Verdi, Chapí, Giménez y Moreno-Torroba, se echó de menos, por parte de los entendidos (entre los que por supuesto no me cuento, por supuesto), algo cantado (que para eso hay un Coro oficial vinculado a la OEx, ¡coño!). Nos lo pasamos muy bien, y espero que dicha iniciativa se repita con asiduidad si fuera o fuese posible (parece queeeeee, que una vez al año no hace daño, ¡joè!).

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