Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco
En el deporte, ganar una competición dopado se considera uno de los mayores crímenes contra los valores que se dicen promocionar: sana competitividad, esfuerzo y sacrificio para triunfar en buena lid. Quien acude a la prueba drogado no compite en igualdad de condiciones, no hay ni esfuerzo ni sacrificio y si obtiene la victoria es gracias a las trampas.
Concebimos las elecciones como una competición en la que distintas fuerzas políticas concurren en aparente igualdad de condiciones al objeto de lograr el máximo aval de los ciudadanos. Pero ¿qué sucede cuándo uno de esos partidos acude dopado a las urnas?
El Partido Popular ha ganado varias elecciones locales, regionales y nacionales en estos años bien dopado, o si lo prefieren, con más recursos y dinero del que la Ley le permite gracias a sus trampas y financiaciones en B. Y si la droga en un deportista supone que éste pueda rendir mejor con el menor esfuerzo posible, el dinero negro cumple esa misma función en una campaña electoral: tener más recursos para carteles, para anuncios, para boato o para comprar voluntades.
El PP se dopa. Es la conclusión que viene a certificar el último escándalo – conocido – por el momento: la filtración de un power point donde se explica claro clarinete a los ediles del partido fundado por el exministro franquista Manuel Fraga cómo sortear al Tribunal de Cuentas para que gastos consignados como “ordinarios” correspondiesen en realidad a gastos electorales o para ocultar convenientemente las mordidas procedentes de empresarios y particulares, siempre deseosos de quedar a bien con el partido del gobierno porque siempre hay en lontananza un suculento contrato público.
¿Qué más se necesita para que en este país alguien, aunque sea el conserje de la sede de Génova, asuma responsabilidades por tantos escándalos en el PP? Desde Naseiro, todo es en B, en C y hasta en Z en el Partido Popular.
