Semana movidita la que hemos atravesado. El barrio burgalés de Gamonal consiguió finalmente paralizar las pretendidas obras de un inminente bulevar. El alcalde castellano, Javier Lacalle, admitió que la seguridad estaba por encima de las infraestructuras y cedió. No obstante, las últimas informaciones aparecidas en medios de comunicación anunciaban su intención de frenarlas pero no suprimirlas. El caso de Gamonal ha concitado la atención de la prensa internacional justo la misma semana en la que se confirmaba que la Infanta Cristina finalmente sí acudiría a los juzgados a prestar declaración como imputada en el Caso Nóos. Su pretendido desconocimiento de los chanchullos de su cónyuge no ha sido argumento suficiente para doblegar el sentido de la obligación del Juez Castro, que se está convirtiendo en villano para algunos y héroe para muchos otros.

Volviendo a Gamonal, la lucha obrera de este barrio que ha salido a la calle para protestar por unas obras que consideran innecesarias y frívolas en estos momentos han puesto en un brete al regidor castellano. Durante varios días consecutivos, los vecinos han protestado por el gasto de tamaña obra. Sin embargo, nuevamente la violencia ha hecho acto de presencia desacreditando lo que debería haber sido una manifestación pacífica. Se ha destrozado mobiliario urbano y sucursales bancarias. Unas acciones que no se amparan bajo ningún argumento, por muy límite que sea la situación. Otra cosa muy distinta es referirse a estas protestas como “atentados terroristas”, en boca de la regidora madrileña Ana Botella.

Este suceso de Gamonal nos lleva a plantearnos dónde reside el poder de la democracia, si en las instituciones y sus representantes elegidos democráticamente o en la ciudadanía, sustento último de nuestro sistema. Las protestas surgidas en ese barrio obrero se han propagado a varias ciudades españolas para materializar su apoyo. Ahora bien, estamos ante un asunto espinoso, pues aunque el empleo siempre sea una prioridad ante cualquier otro tipo de inversión, no podemos dejar atrás la modernización de las ciudades y las infraestructuras públicas, pues de lo contrario estaríamos en un callejón sin salida.

Cáceres tiene 11.597 desempleados a fecha 31 de diciembre de 2013. La cifra no es desdeñable, ¿pero se imaginan ustedes que eso paralizase las obras de la Plaza de la Concepción, la renovación del acerado de Cánovas o la futura peatonalización de la calle San Pedro? Complicado  

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