Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Me dice muy seria que ha vuelto a preparar el brasero de picón. Lo deja haciéndose fuera de la casa, todos los días, antes de irse a trabajar. Me lo cuenta sin aspavientos, con un punto de orgullo, como cuando presumimos de hacer buenas compras, las más económicas y las más bellas, listos que somos. Luego sigue hablando de lo cara que está la vida, de cuánto cuestan las cosas, de los salarios tan pequeños, de la preocupación diaria para que el sueldo alcance.

Aparentemente todo sigue un ritmo normal. Que digo normal, para algunos mucho mejor. Esta crisis, que de repente descubrieron los actuales gobernantes, no se comporta con todo el mundo equitativamente. Frente a los que sufren, por no tener trabajo, por tenerlo inseguro, por lo escaso del cobro, hay quienes han cambiado de status y viven como nunca lo habían hecho. ¡Que le vamos a hacer!, desde que el mundo es mundo, algunos han crecido sobre las espaldas de otros, a sus expensas. Y sin dar las gracias.

Dice Floriano, el político cacereño que vive en la capital, que la crisis se esta resolviendo porque los que más tienen están ayudando. Sin duda, y al tenor de sus palabras, aunque todo sea opinable, no vendría mal hacer una auditoría de la deuda pública española para saber la parte de la misma que es deuda ciudadana y debe ser pagada con dinero público y cuánto corresponde a las entidades privadas, y exigirle a éstas el pago correspondiente.

Soy de las que creo que un político «se faja» en la vida municipal. Vamos, que si me dejaran, yo lo pondría como obligatorio para todos los que tienen tentaciones de hacer una carrera en este tipo de «deporte». Primero, concejal de tu pueblo, de tu localidad, después lo que venga. Una especie de mili, de servicio social, condición necesaria para poder «ascender» en el «Olimpo».

Los bancos de alimentos se han convertido en una pieza básica de la alimentación de muchas familias

Siempre me ha sorprendido la cantinela de los puristas, de quienes dan lecciones al prójimo sobre estrategias y otras hierbas. Hay que estar con los ciudadanos -dicen. Tienes que escuchar sus razones, saber sus circunstancias -predican. Pues sea usted concejal. No parlamentario, no ministro, no jefe de filas, sino concejal. Vaya usted todos los días al ayuntamiento, o al colegio, al cine o al mercado y prepárese para escuchar a sus convecinos que no han podido dormir por el camión de la limpieza, que no quieren los contenedores al lado de sus ventanas, o que los árboles de la calle les están destrozando, con sus raíces, las aceras…que la rotonda es esto, que el comercio es lo otro, que… que..

Y me parece justo. Y lógico. Y adecuado. Porque el ayuntamiento es la casa de todos. La casa madre a la que acudir, a la que buscar, en la que resolver pequeñas y grandes cuestiones. Porque es en esa dicotomía entre lo «grande» y lo «chico» en donde se desenvuelve la vida de un lugar.

Pero miren ustedes, las cosas puede que hayan cambiado. ¿Que por qué? Porque el actual Gobierno así lo ha decidido.

Con el pretexto de racionalizar el gasto municipal, puesta bajo sospecha la gestión de todos los Ayuntamientos, quiere aprobar una ley de la administración cercana, que recorte, por la vía de la restricción de los recursos, los servicios que aquellos están dando a sus convecinos. Si, como las previsiones dicen, se acaba eliminando un 40% de los servicios sociales municipales, entre ellos la ayuda a domicilio, los programas de infancia, o contra la droga -por citar sólo algunos- los habitantes de un lugar, usuarios de los mismos, tendrán que buscar soluciones a sus expensas. Y quién no tenga para ello, pues…

Los medios de comunicación han empezado a acuñar términos tales como «la pobreza energética» o «la exclusión residencial». Los bancos de alimentos se han convertido en una pieza básica de la alimentación de muchas familias; los mayores son el principal soporte económico de muchas familias…

Que duda cabe que el cambio inaugurado en este siglo XXI ha sido importante… Y no es sólo cosa de la crisis. Hay todo un modelo de administración pública detrás, una nueva relación con los ciudadanos. Y un nuevo concepto de sociedad, donde el Estado no paga, amigos.

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