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Historias de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

A medida que se acerca la Navidad y las campañas publicitarias nos empiezan a concienciar de que ha llegado el tiempo del consumismo vinculado a otras connotaciones de las fechas como la ilusión, la familia, la fraternidad y el calor de la mesa compartida (por ejemplo y entre otras), veo como va fraguando en muchos una teoría tan antigua como la propia historia de la humanidad y que en estas “fechas tan señaladas” toma un protagonismo que no debiera perderse a partir de la cuesta de enero: “All you need is love”.

Independientemente de que llegadas estas “señaladas fechas”, el manejo de este concepto y profundo sentimiento -el amor es el motor del mundo- sea sublimado, se utilice, se abuse de él y sea mercantilizado y exhibido sin pudor; la realidad es que nuestra naturaleza nos hace sentirnos más que bien en este caldo de cultivo bonancible y agradable. Nos gusta amar y ser amados y tratamos de alcanzar la felicidad a través del amor y sus miles de matices y manifestaciones. Todos los adjetivos “positivos” llevan una pequeña (o gran) carga de amor. Olvidaré muchos pero nombro a la generosidad, la empatía, la afabilidad,  la atención, el cuidado, la bondad (en general), el cariño, la compasión, la alegría, la diligencia, la justicia, la indulgencia, la delicadeza, la humanidad, la galantería, la sabrosura, el afecto, la sensibilidad, la tolerancia, la dulzura, el humor, el afecto, la tranquilidad, la solidaridad y la cooperación.

Nos emocionamos con un spot de televisión del mismo modo que nos sentimos animados a donar, colaborar o compartir

Nos emocionamos con un spot de televisión del mismo modo que nos sentimos animados a donar, colaborar o compartir. Y aquí me quiero detener: este sentimiento está trascendiendo unas fechas y superando una etapa histórica más amplia. De la saturación del consumismo pasamos a las crisis y de ahí, a un cuestionamiento del propio sistema capitalista. Las tendencias caminan hacia la puesta en valor de diferentes teorías que concurren en un escenario donde el futuro se conquistará compartiendo; donde el crecimiento no es la única razón, donde ser en más importante que tener y donde la llamada economía colaborativa (más horizontal, igualitaria, solidaria, justa, compartida y repartida) tire del único carro posible del progreso y el desarrollo.

Pienso en las personas que no esperan a estas fechas para donar o repartir, en aquéllos voluntarios, filántropos y generosos de espíritu (muchos de ellos anónimos) que día a día van sembrando con su ejemplo; pienso en los jóvenes cuyo futuro lo fraguan en compañía de otros, codo con codo, haciendo piña y causa común en proyectos y alineándose para alcanzar las mismas metas. Esa unión que hace la fuerza, ese sentimiento generoso, positivo y abierto nos acompaña y nos inspira y, cada vez con más fuerza, trasciende a unos días en el calendario para hacerse el pan nuestro de cada día.

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