Desde mi ventana
Carmen Heras

Alejandro Tiana, Rector de la UNED, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Extremadura y gran experto en Educación ha dado hace unos días una conferencia en la Facultad donde trabajo.

La charla fue magnifica, no sólo por su contenido: la posibilidad de un nuevo pacto educativo; sino sobre todo por la manera amena del ponente (fruto de su gran experiencia) de tratar un asunto complicado en sí mismo y que no admite una única solución.

Pero no es de esto de lo que quisiera escribir aquí; hoy voy a hablar de algo que comprobé y que tiene relación con la responsabilidad del profesorado en una mejora de la capacitación del estudiante, por encima de los márgenes (casi siempre estrechos) del temario de cualquier disciplina.

A menudo pensamos que las modernas tecnologías y la soltura con la que hoy nuestros jóvenes consultan en internet, dan a éstos infinidad de posibilidades de estudio, y no nos falta razón, pero es evidente que sin una manera global de entender el conocimiento es imposible intentar acercarse a él, aunque dispongas de los mejores y más sofisticados aparatos de consulta.

Reivindico la humanidad de la relación directa en el mismo habitáculo, la importancia de saber hacerse entender a través de un diálogo vivo

El otro día, al acabar la conferencia, los alumnos empezaron a preguntar al ponente: sobre la modernización de los currículos, sobre la enseñanza bilingüe, sobre si la enseñanza debe ser pública o concertada… y daba lo mismo si las preguntas eran propias de un interés verdadero o únicamente estimuladas suficientemente por el profesor. El caso real es que preguntaban y alguien les respondía. Un estímulo adecuado y su consecuencias funcionaban.

Vivimos un rato magnífico que a mí me sirve para reafirmar la importancia en educación del contexto y de la cercanía de los enseñantes a sus alumnos, algo de lo que nunca he dudado, a pesar de las tesis que proclaman la poca o nula relevancia de una buena relación directa y personal entre docente y discente. Y no es que yo defienda el sentido ancestral de los términos. De sobra se que hoy un maestro (aunque lo sea de verdad) es incapaz de mostrar todo, pues la amplitud del conocimiento, al que afortunadamente se tiene acceso, es tal que no permite saber más que una minúscula cantidad del mismo.

Se también que hoy hay infinidad de recursos mucho más elocuentes que la propia palabra, mucho más sugestivos y atrayentes para las mentes juveniles. Pero aún así, reivindico la humanidad de la relación directa en el mismo habitáculo, la importancia de saber hacerse entender a través de un diálogo vivo, y la transcendencia que para la preparación de cada uno tiene el saber escuchar aprehendiendo lo más posible de lo que se escucha, a la vez que se pelea con la propia frustración que produce el cansancio y lo extenso de cualquier disertación reflexiva sobre algo. Al cabo es lo que nos transmitieron aquellos maestros que han dejado su huella en nosotros.

 

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