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Lunes de papel /
Emilia Guijarro

A la vez que el otoño empieza a pintar de colores la sequedad de nuestros campos, legiones de escolares han empezado el curso escolar, que se inaugura con importantes novedades.

Por ello conviene no olvidar una serie de principios que son verdades inexorables. La educación es el patrimonio más preciado de la sociedad. En la mayoría de los países del primer mundo es un derecho que, tal y como señala nuestra Constitución, los poderes públicos deben garantizar. Y además es un factor de progreso individual y social. En la educación confluyen no solo conocimientos sino actitudes para la vida que nos harán ser la persona que seremos en el futuro. Sólo garantizando una educación de calidad, universal y gratuita conseguiremos una sociedad más justa.

En estos días se habla de reválidas y de religión en la educación. Dos temas que dicen mucho del concepto de educación que queremos desarrollar.

El pasado sábado 30 de julio se publicaba en el BOE el Real Decreto 310/2016 por el que se regulan las evaluaciones finales de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y Bachillerato. La nueva medida viene a decir que los alumnos que no superen las reválidas -un examen final- de 4º de ESO y 2º de Bachillerato no podrán obtener sendos títulos, a pesar de haber superado ya todos los cursos.

Los que creemos en una educación inclusiva nos oponemos a la segregación de alumnos que comporta esta prueba, porque alumnos de entre 12 y 18 años van a verse seriamente perjudicados. Entre otras razones, por considerar que va en contra de los métodos innovadores que propician una educación de calidad, integradora y participativa. Porque es una evaluación de contenidos, no de competencias, en la que se valoran los contenido de expresión y comprensión oral y escrita, cálculo y resolución de problemas y se les otorga una calificación numérica, ignorando otros procedimientos de evaluación.

Es una prueba innecesaria, que implica unos costes económicos, materiales y de tiempo, y que será aplicada y calificada por profesorado externo al centro. Hasta ahora, la evaluación en la educación primaria es una evaluación continua que realiza el mismo profesorado, que conoce los puntos fuertes y débiles de sus alumnos y las actuaciones que tiene que llevar a cabo para mejorar. Por eso consideramos innecesario hacer una prueba externa que demuestra la poca confianza en la labor del profesorado. Persigue este decreto hacer una clara distinción entre la Formación Profesional y el Bachillerato. Y, lo más importante, dejará sin titulación a todos aquellos alumnos que no aprueben el examen. Algo que condicionará su futuro vital.

En el caso de la religión en la educación el asunto es de mayor calado. También hemos empezado el curso con polémica en esa materia. Pero la justicia ya se ha pronunciado sobre ello. Lo que es evidente es que debemos potenciar la laicidad en la educación, y que la religión ocupe el lugar que crea la sociedad que deba darle, pero sin interferir en contenidos educativos.

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