El mito de Casandra, que fue inmortalizado en la Ilíada de Homero, nos cuenta que Apolo, dios de la razón, la lucidez y la mesura, fascinado por la belleza de Casandra, le prometió el don de la profecía a cambio de que se convirtiese en su amante. Casandra, hija de los reyes de Troya, aceptó el don, pero rechazó a Apolo, quien ofendido la maldice haciendo que sus predicciones, aunque certeras, no fueran creídas ni tenidas en cuenta.

Al no poder evitar ni transformar los acontecimientos que preveía, entre ellos la caída de Troya y su propia muerte, el don se convirtió para Casandra en una fuente continua de dolor y frustración, siendo además excluida y estigmatizada por sus visiones. El Mito de Casandra representa la tragedia y desequilibrio que conlleva la desatención y el desprecio del ámbito no racional, subjetivo e inefable de nuestra naturaleza.

En cierto modo, la historia de Casandra Vera, la estudiante murciana de 21 años sentenciado a un año de cárcel enaltecimiento al terrorismo por publicar 13 tuits sobre el atentado de Carrero Blanco, tiene un cierto paralelismo con el mito que inspira su nombre.

Si alguien en 2011 hubiera llamado a su puerta y le hubiera dicho que por escribir 13 tuits, por cierto sin ninguna gracia ni ingenio, sobre el atentado de Carrero Blanco, la Audiencia Nacional la iba a condenar el 29 de marzo de 2017 a un año de cárcel, ella misma se hubiera reído pensado en que todo consistía en una broma macabra. Y al igual que el mito, hubiera desechado esas predicciones.

Si bien entendemos que la ley tiene que proteger a las víctimas del terrorismo de la humillación y a la sociedad de aquellos que enaltecen el uso de la violencia como herramienta para conseguir fines políticos o por el simplemente hecho de causar terror, debería saber diferenciar entre estos principios y bromas de mal gusto que no llevan a ningún camino.

La Justicia no puede estar detrás de los ciento de miles de chistes malos que navegan por la red. No tendría tiempo. No está hecha para perseguir el humor negro, Sino corre el riego de convertirse en un mito ni en una tragedia griega.

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