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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Las guerras, al igual que el paro o la precariedad, caen del cielo. No tienen pasado, solo presente. No hay causas ni causantes. No hay políticas que las provoquen, ni las guerras, ni el paro ni la precariedad. Solo muertos, desempleados y jodidos que están ahí por generación espontánea. Al menos, eso es lo que nos relatan nuestros gobiernos, los responsables precisamente de esas guerras y de las políticas económicas que favorecen la precariedad o la falta de empleo.

Todos los días vemos a miles de refugiados intentando entrar en Europa desde Turquía, donde ya viven un millón de sirios desplazados, hombres, mujeres y niños que huyen de una guerra que ha destrozado sus ciudades y pueblos, condenados a vagar buscando un mísero presente, tal vez un atisbo de futuro, dejando atrás una guerra donde los bandos emplean las armas que nosotros les hemos ido vendiendo y un conflicto que tiene su primer génesis en la invasión de Iraq, cuando los tres grandes geoterroristas Bush, Blair y Aznar decidieron que los iraquíes debían disfrutar de las ventajas de la democracia impuesta mediante las bombas al tiempo que su petróleo podía pasar a formar parte de nuestros recursos. Desde entonces los iraquíes viven su particular guerra civil encubierta con atentados diarios al tiempo que el desastre se extendió a Libia, Siria, Egipto… Sin la ayuda de occidente, el ISIS no hubiera germinado; igual que los talibanes nacieron apoyados por EEUU para combatir al gobierno soviético de Afganistán. No aprendemos…

Tenemos responsabilidad en el conflicto de Siria. Una responsabilidad ética hacia los refugiados, que debemos acoger

Tenemos responsabilidad en el conflicto de Siria. Una responsabilidad ética hacia los refugiados, que debemos acoger. Refugiados obligados a abandonar todas sus pertenencias porque en Europa tal vez no tengan sitio, merced a nuestros gobiernos, pero en Siria tienen una condena de muerte segura. Por humanidad debemos estar a su lado, pero también por decencia porque no somos ajenos a su guerra. Nosotros hemos participado en la misma y debemos asumir una parte de la culpa.

Pero es preferible pensar que el drama cayó del cielo, al tiempo que Hungría y su gobierno de extremistas de derechas emplean a su población reclusa – mano de obra esclava – para levantar vallas de concertinas que, curiosamente, se fabrican en España. Europa, encerrada en sí misma para protegerse de aquellos que huyen de nuestras guerras en oriente, de nuestras misiles y nuestras balas, de nuestros intereses económicos que sacrifican vidas a cambio de recursos. Tenemos responsabilidad ¿tendremos decencia entonces?

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