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Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

Migg ha estado agachado al final de las escaleras que llevan a la bodega del Búho Blanco tratando de afinar su gaita durante más de dos horas y media, y no ha bebido nada de nada hasta que se ha hartado y ha abierto la bolsa de piel de ternera donde guarda su nuevo instrumento, y que no quiere utilizar para tan señalada ocasión, “El Día del Juicio”, pues no sabe cómo va responderle, más cuando se ha dado cuenta del tiempo que ha perdido en vano intentando afinar el “mi” de la maldita vejiga para que no quede demasiado grave, como casi siempre, y pensando en sus cuatro compañeros, Aveb (chirimía), Jhueben (kobza), Kolas (tambor) y Huter (tuba), que junto con él forman El Quinteto Real De Lomnow, y que le esperan fuera del mesón, sentados en los bancos de madera que recorren por entero la fachada (toda tapizada por la madreselva), tragando cerveza de trigo sin parar y copitas de orujo de grosellas que gentilmente aceptan de la dicharachera y jubilosa parroquia que se congrega, como cada año, en torno a ellos para verlos ascender hasta La Cuesta, y entrar por La Puerta Real e ir hasta la sede del Concejo, se ha enfadado, y mucho, y le ha pegado un puntapié a la puerta de la cava para coger dos botellas de vino espumoso (al método tradicional champañés), ese que a su mujer, Florinda, “tan bien” le sienta.

La primera de las botellas se la ha ventilado allí mismo de dos largos tragos, la segunda entre las escaleras y el salón. Ya la calle eructa con sonoridad, y los vítores de los reunidos espolean dicha acción, así que eructa de nuevo, coge una copita de aguardiente de una de las mesas, y brinda, “¡porque el Día del Juicio sea largo y bueno, y la maldita gaita nueva no desafine en demasía!”.

El día del juicio, ese año, se ha adelantado porque el representante del Gran Duque está por la zona, cazando corzos de seis puntas, y ha pedido, ha dictaminado más bien, al Concejo de la Villa, asistir a dicho evento pues ha llegado hasta los oídos de la máxima autoridad nacional (el Gran Duque, a quien representaba), las quejas, fundadas, contra un primo suyo (familiar en grado 7º); que si se queda con dinero de más por la recaudación del arrendamiento de sus tierras y de su barcaza (la que atraviesa el caudaloso río Oneb), que si algunas jóvenes han formulado denuncia por intento de violación (o incluso violación), que si no paga los servicios que contrata (tonelería, farmacia, médico, herrero, carpintero), que si en sus borracheras arremete contra la iglesia diciendo barbaridades de los maestros (contra Lutero, por ejemplo), que si los jóvenes a los que recluta no son pagados debidamente, ni tampoco avituallados con un mínimo de ropa o armamento, que si formula abracadabras en contra de la autoridad máxima del país (el Gran Duque, su primo en grado 7º). El día del juicio promete, mucha gente esta harta del conde, y a lo mejor, en la sala capitular… pero parece que la esperada comitiva está en Las Vaguadas; los músicos se levantan, un poco tambaleantes (borrachos) y van a su encuentro.

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