Canal 9

No se puede hacer funambulismo con dos vasos de agua en los extremos y pretender que no se derrame ni una gota. De hecho, lo más probable es que la confianza del equilibrista acabe quebrándose y con ella los vasos directamente a las profundidades de la sima. Algo así ha pasado con la televisión pública valenciana. Unos por meter la mano demasiado, y otros por dejar metérsela. El resultado ha sido lamentable. Mil ochocientos trabajadores se irán a la calle y una región entera se quedará sin su canal público.

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Después del anuncio del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana anulando el ERE de Canal 9, Alberto Fabra anunciaba su inminente cierre por la imposibilidad de readmitir a los trabajadores despedidos, cifrado en unos 40 millones de euros. El ‘president’ salía a la palestra para escenificar una cuestión de prioridad en el gasto público: “Prefiero cerrar una televisión deficitaria que un colegio”. Un ejercicio de demagogia en toda regla emulando a los grandes predicadores norteamericanos. No dijo nada del abuso sistemático que en su gobierno hicieron del canal como herramienta ideológica y propagandística. “Entre todos la mataron y ella sola se murió”. Ese parece ser el refrán que mejor encaja en esta tragedia anunciada. Avestruces que esconden su cuello bajo tierra para que la ola no despeine sus engominadas cabelleras.

Canal Nou llegó a tener casi 2.000 trabajadores y acumular una deuda de 1.300 millones de euros con despropósitos como los derechos de retransmisión del mundial de Fórmula 1 y/o aberraciones similares. Nada se escuchaba de la Gürtel en sus editoriales o de escándalos como el accidente del Metro en Valencia, sin preguntas más allá de la pura cortesía. Los propios periodistas reconocían la dejación de responsabilidades practicada durante años: “Somos conscientes de que os hemos fallado en ocasiones, de que nos hemos dejado manipular. Hoy somos libres”. Quizás ese último gesto de dignidad llegue demasiado tarde, y solo sirva para morir con la cabeza erguida.

Su audiencia se ha triplicado desde que los profesionales han tomado el control. Dato interesante este que nos dice que informar desde la libertad y la independencia obtiene mejores resultados. Los productos edulcorados y las píldoras de adoctrinamiento que emitían desde hace demasiado tiempo habían dejado de interesar. Canal 9 había dejado de ser una televisión pública para convertirse en una televisión de partido. ¿Por qué entonces debería pagarse con fondos públicos? ¿No sería más lógico que se financiara con fondos de partido?

Desgraciadamente la intrusión de políticos en los canales autonómicos ha convertido lo que debería ser un especio de crítica y pluralidad en cortijos del poder de turno que maneja los mensajes. A corto plazo se obtiene rédito político, pero a medio plazo están condenadas a desaparecer. Nunca aprendemos. ¿Qué ha ocurrido con las cajas de ahorro controladas por ellos? ¿Qué futuro le esperan al resto de canales autonómicos deficitarios y tendenciosos? Pásense a la televisión por cable.

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