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Dudas de papel /
Goyo Tovar

Lo atractivo de la Geografía es el disfrute inasible que los territorios dan al hombre, las concesiones que presta a las aventuras del hombre en la tierra. Nosotros pertenecemos a la cultura y civilización mediterránea, que se precia por la diversidad y varianza de las gentes de las riveras del gran mare nostrum. Las gentes del norte del Mediterráneo presentan unas formas de vida y unos fondos de valores que se diferencian de los valores y de las vidas de las personas que habitan las costas del sur. Lo de arriba se llama Europa y lo de abajo, no. Lo de abajo se llama África, lo de arriba, no.

Aquí, en el oeste europeo, también hay arriba y abajo; desde bien chiquitito las profesoras y los profesores nos hacían viajar y cargar con las diferencias: El llamado País Vasco era industrial y las tierras extremeñas ricas en ganadería y agricultura. Cataluña era comercial y Andalucía alegre y turística; pero los dineros, curiosamente, rodaban mejor cuesta arriba. Diferencia acusada también se establecía entre el rico Levante y humilde Poniente. Conclusión: la Geografía nunca nos premió.

Resulta que en el Nuevo Mundo parece que se reprodujo el modelo geográfico para implantarse cómodamente y, a lo que hoy me interesa acudir como ejemplo, el despertar americano no inició el auge hasta que las tierras del salvaje oeste fueron invadidas por el ferrocarril. Aunque para ello, tuvieron que suprimirse culturas y costumbres asentadas, que el tren sustituía e inyectaba en su avance hacia la costa del Pacífico.

Quizá porque nuestros políticos saben esto, se han unido al Presidente Vara y, sobre suelo de cristal de una de las dependencias nobles de la Asamblea de Extremadura -bajo el cristal hay restos romanos- han compuesto una mesa unitaria y unificada que pide para nuestra región un “tren digno”. La foto del acto tiene su gracia porque parece que ninguno de ellos tiene los pies el suelo.

Yo hubiera aprovechado la coalición política para pedir a tan lejana Europa que componga un tránsito ágil entre las dos capitales de los dos países del oeste europeo a través de una línea férrea europea. Y como no existe el eje Madrid-Lisboa y nuestra región no parece dispuesta a doblar grandes voluntades, me entra la duda de si nuestro oeste se encuentra ya domesticado sin haber llegado al Atlántico.

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