cruz2

Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Durante estos pasados días la ciudad se ha engalanado para ver los desfiles de la Semana Santa: a hombros, acompañados con música y en procesión, se van llevando las estatuas de vírgenes, apóstoles y cristos de un templo a otro. La gente se humilla a su paso, se vierten las preceptivas lágrimas y puede que alguien se arranque por saetas. No muchas, porque la nuestra es una devoción castellana, es decir, sobria y austera.

Claro que, esto de sacar los leños del bosque en procesión tiene miga. Sobre todo cuando uno lee a Jeremías, profeta del pueblo de Israel – siempre cabreado – y protagonista de uno de los textos fundamentales de la Biblia… ¡Ah, la Biblia: ese éxito editorial con tan pocos lectores! Seguro que ustedes tienen una en casa; si es así vayan a Jeremías 10.3 y pásmense, porque parece que está hablando de nuestra Semana Santa. Les pongo en antecedentes históricos:

Los pueblos politeístas tenían por costumbre celebrar desfiles y procesiones en honor a sus dioses y héroes. Griegos, egipcios, romanos, babilonios y tantos otros pueblos de la antigüedad organizaban fiestas – por ejemplo las panateneas, dedicadas a la virgen Atenea, patrona de la ciudad de Atenas – y sacaban las estatuas de sus deidades engalanadas con joyas y flores y acompañadas por los fieles, que cantaban y les dedicaban oraciones. Y contra esos actos se rebela el profeta Jeremías, hombre de pocas sonrisas y ningún afecto humano, que llega a decir, y cito literalmente: “Porque las costumbres de los pueblos son vanidad, pues un leño del bosque es cortado, lo trabajan las manos de un artífice con la azuela; con plata y oro lo adornan, con clavos y martillos lo aseguran para que no se mueva. Como los espantapájaros de un pepinar, sus ídolos no hablan; tienen que ser transportados, porque no andan. No les tengáis miedo, porque no pueden hacer ningún mal, ni tampoco hacer bien alguno”…

Sorprendente, verdad. Si hoy viviera Jeremías, sería acusado de blasfemo – como Rita Maestre en Madrid – por proferir estas frases contra las costumbres religiosas de sus coetáneos. Por cierto que, en una burla de la historia, aquello que tanto despreciaban judíos ortodoxos y los primeros cristianos, terminó por hacerse carne en el catolicismo: y es que los santos, los beatos, las vírgenes y los cristos son la venganza del politeísmo contra la religión monoteísta que cerró los templos dedicados a los dioses y diosas.

 

Artículo anteriorAnte el terror, más Europa
Artículo siguiente¿Y si fuéramos la Tierra Prometida de Siria?

1 COMENTARIO

  1. Saber leer es imprescindible para saber escribir. La cultura es un bien muy necesario para emitir una opinión o una crítica, todas perfectamente respetables, pero su artículo no se sostiene por ningún leño cortado del bosque ni por nada. Malísimo de forma y fondo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí