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Si no fuera por el empresario que estrelló su coche contra la sede del PP, la noticia de la semana hubiera sido el desbloqueo de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Tras la mediación de Canadá y, especialmente, del Papa Francisco, ambos países canjearon presos como muestra de la buena disposición para acercar posturas. El embargo al que está sometido la isla viene de tiempos de la Guerra Fría y de las tensiones del momento entre el todopoderoso Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, reconvertida más tarde en Rusia, y al paso que van, al borde de resquebrajarse con el descenso del precio del petróleo. Un negociación que acabará con la Cuba tal y como se conoce hoy en día. Los empresarios ya se frotan las manos por las posibilidades de inversión que se abren, mientras que los nostálgicos asistirán a la disolución de lo más parecido a un modelo de vida comunista. Tanto Raúl Castro como Obama parecen dos novios a punto de reconciliarse.

La noticia que ha eclipsado el reencuentro cubanoamericano ha sido el butrón que un empresario desafortunado ha cometido en la sede del PP nacional. Según parece, este buen señor se ha visto en la ruina más absoluta y culpa a la gestión económica de Rajoy. Esto, sumado a una cierta desestabilidad mental, le ha hecho conducir hasta la sede de los populares en Génova. Literalmente.

A nivel regional, el acontecimiento de la semana lo protagonizaban nuestros compañeros periodistas de Canal Extremadura al manifestarse contra la creciente privatización y manipulación que está sufriendo el canal público. Un hecho tan escasamente mediático como grave para la transparencia que nuestros políticos exigen a la democracia. La mayoría de los periodistas —no el Comité de Empresa— apoyaron el parón de 24H en señal de protesta. Denuncian que están vaciando de contenido los informativos fomentando las externalizaciones y perdiendo libertad de su línea editorial a favor de intereses partidistas. Sin embargo, lo que realmente temen los periodistas de Canal Extremadura es perder credibilidad como profesionales de cara a los telespectadores, pues ya sabemos que cuando un medio de comunicación se percibe como instrumento y no como fin, el siguiente paso es plantearse el sentido de seguir sufragando esa estructura. Ocurrió con Canal Nou (Valencia) y Telemadrid. Los vacías de contenido, le inyectas una buena dosis de servilismo, y más tarde pones en duda sus resultados hasta que los mismos que lo manipularon acaban ordenando su cierre. Los medios privados son los que primero ceden a las presiones políticas en forma de subvenciones, pero los medios públicos deberían tener mecanismos de protección suficientes para no ver amenazada su independencia informativa. Respetar a los medios de comunicación públicos no es otra cosa que respetar a la ciudadanía. Y esto, señores, es innegociable.

 

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