El turismo duerme más de dos noches en Cáceres por segundo mes consecutivo

casco_antiguo_caceres_t1000593.jpg_1306973099

Desde mi ventana /
Carmen Heras

Hay ciudades que se retrotraen peligrosamente. De día en día. Sin que nadie lo remedie. Que vuelven atrás.

Se comienza poco a poco, de forma encubierta. Una actividad por aquí, un permanecer por allá, una noticia grande, muchas pequeñas y anodinas. Para cuando hemos querido darnos cuenta el manjar está servido, es lo que el estomago resiste y digiere mejor.

Y lo curioso es que lo propugna gente muy joven, de aquí de toda la vida, salvo excepciones contadas. Gente que ha vivido bien, con recursos, que se han formado en la ciudad, pero que se supone «viajadas» por el mundo. Quizá sea que tampoco les importa demasiado.

En la vida uno tropieza con otros ciudadanos con diferentes formas de entenderla. Frente a los idealistas que van por ahí con ánimo redentor imperturbable, hay otros que parecen desear exprimirla en beneficio propio. Son los dos extremos, claro. Por el medio convive el grueso de una sociedad que hace lo que puede, que nada entre dos aguas, que admite la mediocridad de las cosas y se amolda.

Hace ya muchos años, cuando los medios escritos eran la única fuente de información de una localidad, una provincia o una región, yo me asombraba frente a quien, al llegar de viaje a un sitio determinado, lo primero que hacía era comprar un periódico local y empaparse de sus páginas (incluidas las de anuncios) para conocer algo de la sociología de allí. Era un intento, en toda regla, de aprender a moverse, de comprender al paisanaje, de intentar integrarse (aún temporalmente), cultura en suma, de las de verdad.

Pero ahora eso se ha quedado trasnochado. La información nos viene a casa, a cualquier hora, de forma tumultuosa y así hemos dado en creer que somos ciudadanos del mundo siempre y no hay nada en lo qué avanzar. Tranquilos.

Pero no es cierto, porque para todo se requiere una pequeña o gran reflexión sobre lo qué hemos de hacer, en función de lo qué tenemos y a lo qué aspiramos. Y no vale cualquier cosa. Cáceres no puede competir con los pueblos (y bien hermosos por cierto) que tiene a su alrededor, porque Cáceres con casi 98.000 habitantes debiera tener otros afanes. Ni mejores, ni peores. Otros.

Ahora se ha puesto de moda que una serie de comercios organice actividades en la calle en la qué están situados, buscando (supongo) atraer a posibles compradores. Piden permiso al Ayuntamiento y llenan la zona de «motivos» para el que pasa por allí. Nada qué objetar al respecto. Pero es sorprendente que emulen las viejas ferias de otros tiempos cuando no se podía comprar de otra forma, ahora que tenemos internet. ¿Nostalgia?

Hay una marcha atrás, sin duda, perfectamente visible (el ejemplo que he escrito antes es uno de tantos) que nadie parece querer detener porque quienes lo intentan son arrastrados por los viejos hábitos, o malviven, o se marchan. O no se involucran, como tantos y tantos estudiantes universitarios que estudian y marchan, estudian y marchan…

Y de ahí viene la falta de protagonismo de la ciudad en otras cuestiones que la circundan, que la afectan. Ensimismada en ella misma deja pasar los trenes, uno tras otro. Y no precisamente los físicos (que también). Sin mala conciencia, con unos gobernantes locales que parecen carecer de proyecto, que se diluyen en los viejos trajines diarios, en la burocracia pensada, demasiadas veces, para buscar un puesto de trabajo en una institución que no se moderniza.

Hay soluciones, claro. Quédense para otro artículo.

Artículo anteriorLa ética en la UCI
Artículo siguienteNegro

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí