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Carmen Heras.

Aunque este articulo saldrá publicado cuando ya haya transcurrido la fiesta de Nochebuena, no puedo pasar por alto el felicitarles, amigos lectores. Primero porque así lo mandan las reglas decortesía. Segundo porque quiero hacerlo. Tercero, para no desentonar con el ambiente. Para muchos, los días navideños son días de júbilo, de reencuentros, de vacaciones. También para mí, aunque matizados. La vida te da unas cosas y te quita otras y al entusiasmo inconsciente de los primeros años le siguen otros, mucho más serenos, o si quieren, más pragmáticos, en estos asuntos de celebraciones. Tengamos salud, que lo demás vendrá por añadidura. Ayer di una vuelta por la ciudad. Por algunas de sus avenidas y calles céntricas. Mi sensación fue de falta. De luz, de sonido, de gente. Todo está como amortiguado. Dónde hay música ambiental está tan baja que no se oye, salvo que te acerques mucho al aparato que la retransmite. Las luces, más bien parecen puestas para no gastar, tan blancas, tan pequeñas. Las personas, es verdad que entraban y salían de los comercios, pero en muchos de ellos, los encargados estaban solos detrás del mostrador. En la calle, personas vestidas de forma distinta repartían folletos, recomendando comprar en el comercio de Cáceres. Menos mal que una entidad bancaria tiene en la fachada principal, un belen amarillo de luz que te deslumbra. Muchas cosas han cambiado en Cáceres en los últimos años. Algunas imperceptibles para el gran público y sólo transparentes para quienes están detrás del servicio público de la misma. Como nunca, las personas que «piden» en la calle han aumentado en cuantía y aparecen a las puertas de los establecimientos donde consideran que pasa mucho público extendiendo la mano para que les eches una limosna. Y a todos se nos encoge el corazón. La sensación de fragilidad es clara, de vejez, incluso. Cáceres se ha convertido en una ciudad de personas mayores con un ritmo lento, acorde a esa edad, de la que la juventud escapa, a sus pueblos los fines de semana, hacia fuera en busca de trabajo, para volver solo de manera interina porque así lo precisan sus estudios o su familia. Mientras aquí haría falta un Ayuntamiento más innovador. Mucho más volcado en sus conciudadanos, que dejara de hablar tanto de números y tratase más de revitalizar el entorno para atraer, lo primero, a sus propias gentes. Ayer mismo, alguien me hablaba de ciudades pequeñas en nuestros alrededores llenas de buenas ideas, de mayores entusiasmos. Porque nada nace si faltan los estímulos. Y los responsables políticos, esos que cada cierto tiempo piden los votos y prometen, debieran cumplir lo pactado. No perdamos, del todo, la esperanza. Pensemos, aunque solo sea porque son fiestas de posibles regalos, que el año 2016 será mejor. Que las inteligencias funcionarán perfectamente, a favor de los intereses de la ciudad. Deseemos que así lo hagan. Para eso están. Para eso fueron elegidas. Yo, si ustedes quieren estoy dispuesta a hacer una porra. No tocó la lotería, pero a lo mejor…quizá…acaso. Felices fiestas, amigos! De corazón se lo deseo.

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