crisis-intervention

Historias de Plutón /
José A. Secas

Primero: Me han enseñado, he aprendido y, lamentablemente, no siempre consigo poner en práctica, que para no entrar en conflicto (dialéctico, en primera instancia) es imprescindible no atacar, no echar en cara, no agredir, no proyectar acusaciones o reproches y hablar desde uno mismo expresando tus sentimientos, cómo te sientes ante determinados comportamientos de terceros o de acontecimientos vitales y transmitir tu modo de ver las cosas sin entrar en juicios y valoraciones; haciendo una exposición de los hechos lo más aséptica posible. Es más: si abres la boca o coges la pluma, mejor que digas cosas positivas.

Segundo: existen empresarios sagaces e interesados, seductores y ambiciosos, habilidosamente embaucadores y temerariamente emprendedores que consiguen sus objetivos (económicos, exclusivamente) a costa del trabajo y el talento de otras personas. En unos casos pagan algo, la mayor parte de las veces pagan mal y muchas veces, escudándose en la situación del mercado y animados por la necesidad (de todo tipo) de muchos de los trabajadores, no pagan nada. En el caso de las industrias culturales es aterrador enfrentarse a la situación donde para tocar, exponer o publicar casi hay que pagar. La mayoría de las veces lo haces por la cara, muchas te dan una propina (sin justificante) y demasiadas veces no puedes contar ni con te den las gracias. Estos empresarios se valen de que en el mundo de los artistas, la vanidad, el ego y la necesidad de exposición y de ser conocido corren parejos con el amor por la actividad artística que desempeñan. En este punto se pierde la dignidad; una pena.

Tercero: Me han enseñado, he aprendido y, lamentablemente, no siempre consigo recordar que los ciclos se acaban. Así de simple. Cambian las personas por la pura evolución de uno mismo y del entorno. Nos hacemos mayores y las trayectorias, intereses y gustos de cada cual tienden a tomar caminos separados (o no) con respecto a los habituales acompañantes. Cambiamos de vecinos, de compañeros, de pareja y los amigos (salvo excepciones) van y vienen. Los políticos viejunos van dejando paso a las nuevas caras y, en definitiva, se cumple el axioma (ley de vida) de: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Yo también voy a desaparecer. Lo sé. Y tú.

Cuarto: llevo más de tres años soportando el peso de la crisis, el cambio de los hábitos de consumo, la desinversión y reorientación de la aplicación de fondos, la necesidad de desaprender y reinventarse, viendo cómo los niños se convierten en adolescentes y haciéndome a la idea de que algunos trenes ya han pasado y jamás volverán. También llevo tres años siendo invitado a una tradicional juntiña navideña donde saludas a los colegas, celebras tu relación y te obsequian con una sonrisa y un pequeño aguinaldo. Este año también he recibido unas llamadas, alguna tarjeta de felicitación virtual y varios gestos de apoyo y amistad. Por todo ello me siento afortunado y agradecido y me veo cerrando círculos. Acepto y asumo lo que hay y, esta vez sí, la amargura me la comeré con patatas (viudas).

 

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