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Nacido en Cáceres en 1986, César Rina Simón es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Navarra y profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Extremadura. Su obra ‘Los imaginarios franquistas y la religiosidad popular’, con la que obtuvo el Premio Arturo Barea 2015, se presenta este martes, 13 de septiembre, en Cáceres.

¿Cómo surgió la idea de escribir esta obra?
Hace años comencé a investigar la consolidación de los modelos de estado a partir de prácticas de legitimación simbólica, y más concretamente en la dictadura franquista. La guerra, el hambre y la represión tuvieron un papel fundamental en la construcción del franquismo, pero no sólo. Las autoridades focalizaron también sus esfuerzos en crear unos imaginarios y unas memorias que dotasen de legitimidad histórica y religiosa al régimen. En el estudio de Cáceres comprobé cómo las fuerzas golpistas utilizaron el icono de la Virgen de la Montaña para santificar su cruzada. El caso no era novedoso, pues Antonio Canales había hecho lo propio. Apoyarse en la religiosidad popular fue una práctica habitual en todo el país, con ejemplos como el de la Virgen del Pilar a escala nacional; el de la Virgen de Guadalupe en la regional; y la Virgen Macarena en la local.

¿Tenía algún objetivo o pretensión en mente cuando lo gestó?
Cuando comienzas a investigar conviene no extraer conclusiones premeditadas. El análisis de la información constató la apropiación simbólica de los iconos más característicos de la religiosidad popular en la consolidación de la dictadura a partir de un discurso que vinculaba al Caudillo con la patria y la tradición católica. La asociación de los dos elementos: el Nuevo Estado y el Reino de Dios, fue fundamental en la articulación del nacionalcatolicismo, y este proceso no podría limitarse a las pastorales católicas. En las celebraciones populares, en las ferias y en la Semana Santa, radicaban los principales iconos religiosos de la comunidad, que fueron resignificados e identificados con la dictadura.

Con esta obra ganó el Premio Arturo Barea de la Diputación de Badajoz. ¿Qué supuso conseguir este galardón?
Al margen de la cuantía económica, fundamental para continuar con la investigación en tiempos marcados por la ceguera institucional ante los estudios culturales, el premio ha significado un importante espaldarazo y la responsabilidad de mantener el rigor profesional.

De la obra en sí, ¿qué destacaría?
Destacaría la perspectiva transdisciplinar, pues he tratado de aunar métodos de la antropología y la historia. Tradicionalmente la religiosidad popular se ha comprendido en los marcos de la Iglesia Católica. Sin embargo, hoy sabemos que los rituales son más complejos e incluso contradictorios, que en muchos casos pueden reforzar los posicionamientos institucionales, pero en otros tantos vendrían a cuestionarlos. Encontramos un ejemplo durante la II República. Lejos de lo que la memoria residual del franquismo ha aceptado, durante este período la izquierda se acercó al fenómeno por su componente popular, democrático, festivo e incluso sensual. En este sentido destacan nombres como Federico García Lorca, Manuel Chaves Nogales o Antonio Núñez de Herrera.

Muchos podrían opinar que se trata de una obra muy especializada cuya lectura es más propia para ciertos lectores que para el público en general, ¿es así?
Es un ensayo de historia, no una novela ni un pasquín político. Sin embargo, aborda cuestiones teóricas muy relevantes en la comprensión de los fenómenos contemporáneos.

Uno de los objetivos del Premio que usted ganó con esta obra es el de ser un instrumento útil para fomentar la investigación extremeña. ¿Cómo está dicha investigación en Extremadura? ¿Dispone de suficientes apoyos? ¿Y la Cultura en general?
La investigación sobre el franquismo en Extremadura es muy relevante, tanto por la labor del Departamento de Historia de la UEX como por la de grupos de investigación como el GEHCEX. Sí falta un apoyo decidido institucional, y no sólo me refiero a cuestiones económicas. Pero el problema no es regional. En la ética de nuestros días prima un martillo a un poema, como señala Nuccio Ordine, antepone conocimientos técnicos y financieros a los estudios culturales. Y así nos va. Una sociedad que no valora la cultura está abocada a la hiperindividualización, al utilitarismo y a la pérdida de referentes identitarios. Nuestro enemigo no está ni en el ISIS ni en las migraciones, está dentro, envenenando los centros de enseñanza y el modelo educativo con principios economicistas de rentabilidad. Sólo los necios, cantaba Machado, confunden valor y precio.

Para terminar, ¿tiene algún otro proyecto en marcha o en mente?
Sigo indagando en los procesos de legitimación política, atendiendo también a la construcción de narrativas nacionales. He focalizado mi atención en el iberismo, la unión de España y Portugal, un nacionalismo o federalismo fracasado en el siglo XIX que puede darnos muchas referencias sobre nuestros modelos de identidad teleológicos, fundamentados en la geografía –la frontera- y la historia –la cronología-.

*Cesar Rina es Profesor de la UEx, autor de la obra ‘Los imaginarios franquistas y la religiosidad popular’

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