Historias de Plutón
José A. Secas

¿Se imagina usted un mundo donde todos seamos posibles delincuentes a punto de ser desenmascarados y haya “cazadores de recompensas” dispuestos a probar tus delitos para obtener beneficios económicos?, pues por ahí van los tiros. Dentro de poco tendremos una cámara, esgrimida por cualquier chivato o “acusica”, puesta sobre nuestras cabezas que dará fe de nuestros errores y permitirá a ese “listillo” denunciarnos ante la autoridad o chantejearnos para que no lo hagamos.

Cuando me enteré de que ya hay ayuntamientos que han cedido a empresas privadas la gestión de multas de tráfico (a cambio de una comisión, lógicamente), me convencí de que ese sería un “nicho de mercado” pujante en un futuro. Habida cuenta de que la tecnología es cada vez más accesible y barata, de que el afán recaudatorio de las instituciones goza de una ambición desmedida, de que no están dispuestas a contratar policías o funcionarios y menos a invertir en educación, la explicación se hace más sólida y los argumentos nos incitan a pensar que el futuro va en esa dirección.

Una cámara instalada por una empresa de “seguridad” en lo alto de un semáforo (a su costa y con los permisos pertinentes), permite leer la matrícula de un infractor que cruza con el disco en rojo. La empresa transmite el documento de la infracción al ayuntamiento y éste te denuncia (con pruebas, por supuesto). La sanción tiene un reparto: para el ayuntamiento denunciante y para la empresa chivata. Así de fácil. Esto ya existe.

Ahora va mi “propuesta innovadora” para que este negocio no decaiga. Lo digo con toda la amargura y sinceridad que permiten las circunstancias y la (mi) precaria situación económica. Necesito un socio con un teléfono móvil (smartphone inteligente) que tenga localizador y cronómetro. Ya está. Creo que todos tienen estos recursos. La cosa consiste en ponerse uno de los dos “caza recompensas” en un punto kilométrico de una carretera normal donde los conductores circulan a mayor velocidad de la permitida. Todos conocemos lugares así (porque todos nos hemos saltado esa norma en carreteras conocidas o “que lo permiten”). El móvil en marcha. Grabación en vídeo con hora exacta y lugar exacto (con referencias visuales claras y evidentes). El coche pasa zumbando a toda pastilla. Llamada al “socio” que está a cinco kilómetros más allá. “Colega, ahí va un Opel UDO rojo, matrícula 3141 XYZ. Cázale que va toa hostia”. “Recibido”. El socio, pone en marcha la grabadora de su smartphone cinco kilómetros más allá y graba al Opel rojo cuando pasa. Iba rapidillo, si.

Aquí tiene la prueba. Esto es física para principiantes: Velocidad es igual al espacio partido por el tiempo. El gachó del Opel ha recorrido los 5000 metros en menos de dos minutos. Va por encima de los 150 km/h (echen la cuenta). Ya tenemos la prueba. Se manda la grabación a tráfico, le calzan una multa respetable (carretera limitada a 100 km/h), nos pasan nuestra comisión y, hala, a cazar al siguiente. Ingredientes: dos colegas en paro, dos móviles, dos trípodes, un convenio con tráfico y un paraguas-sombrilla por cabeza. Lo que habrá que negociar con la DGT es si nos podemos quedar también con los puntos. Ese es otro mercado floreciente.

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