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Pantalla /
EDUARDO VILLANUEVA

«Hombre, es que anuncia Matrix», se quejaba Vicente Aranda acerca de la promoción que el productor Juan Alexander había diseñado para la película «Carmen», con Paz Vega y Leonardo Sbaraglia. En aquel momento, Aranda (que ya era zorro viejo) se había embarcado en otra de sus míticas peleas con la industria (ya fuesen productores, intérpretes o autores).

Yo era un becario, que estaba algo acojonado por tener que entrevistar a un cineasta con mayúsculas de la historia del cine español. Aranda tenía fama de de arisco, de gruñón y lenguaraz y pensé que alguno de esos dardos envenenados que soltaba con tanta ligereza y maestría me tocarían a mí. Pero no, el trato fue amable, estuvo sincero y hasta disfrutó de una entrevista que se tornó en charla cinéfila.

Eso fue hace más de una década, Aranda ya era un anciano cineasta y, sin embargo, demostraba más vigor que la mayoría de los directores de la moribunda industria patria. Estuvo rodando hasta los 83 años, la semana pasada nos dejó con 88.

El cineasta barcelonés brilló desde siempre por su aproximación a la sordidez de las pulsiones humanas . Nunca derivó en soez, aunque bailó en el alambre en varias ocasiones.

«La muchacha de las bragas de oro», «Juana la loca», «Celos», «El amante bilingüe», «Si te dicen que caí», “El Lute” y sobre todo «Amantes» y «Fanny Pelopaja», dos obras cumbre.

Acusado de misógino, (y probablemente lo era) Aranda exprimió a actrices como Maribel Verdú, Aitana Sánchez-Gijón, Ana Belén o Victoria Abril (que consiguió el Oso de Plata en la Berlinale con «Amantes»). Aranda era perfeccionista y obsesivo, pero supo sacar el talento a intérpretes que ni siquiera sabían que lo tenían. Las pasiones desbocadas y trágicas de la carrera de Aranda alcanzaron su punto álgido con «Amantes» (Goya a Mejor Película y Director); una historia de personajes, dura e intensa, que se articula como una película de negrura espesa, en la España más gris de la autarquía franquista; apoyada en una magnífica fotografía de José Luis Alcaine.

Años antes, Aranda ya había demostrado su brillantez formal con «Fanny Pelopaja», una cinta de violencia seca, donde se nota el nervio y el oficio de un cineasta que, por aquel entonces (1984) ya llevaba más de 20 años en la profesión.

Para reseñar la primera realización de Aranda, dirigida en colaboración con el crítico e historiador Román Gubern, nos tenemos que remontar a 1963 con «Brillante porvenir», una película que pasó sin pena, ni gloria, pero cuyo título presagiaba la carrera de un cineasta inagotable.

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