Desde mi ventana
Carmen Heras

En el momento en el que escribo este artículo, todos los medios están informando de la muerte de Forges, uno de los grandes humoristas gráficos de España. Repasando sus viñetas, se entiende perfectamente un tiempo, el de los que tenemos una edad determinada y hemos crecido en la transición.

Yo comprendo que para quien no ha tenido ninguna experiencia de ello sea difícil intuir los síntomas que comienza a adquirir esta época: síntomas de intransigencia por doquier. Lo hacen camuflados bajo un falso póster de corrección, de reconocimiento de las desigualdades, de respeto de todos por todos. Pero el mural es solo una pantalla que empieza a cubrir odios destructivos.

Siempre he dicho que si los hombres y mujeres, para comportarse, necesitan cientos de normas extrañas a ellos mismos, suele ser por inseguridades en su propia fuerza de voluntad para hacer las cosas correctamente. El que tiene asentados criterios personales de ética sabe “autorregularse” y no hacer daño a terceros. Ni siquiera de manera inconsciente.

Aquellos que son capaces de resistir la tentación, sin duda tendrán mayores dosis de fuerza de voluntad en sus vidas

De sobra es conocido el llamado “test de la magdalena”, aplicado a niños pequeños para trabajar su autocontrol. Varios dulces se colocan sobre una mesa en una sala, dejando cerca a varios pequeños, recomendándoles (antes de dejarlos solos) que no los toquen. Aquellos que son capaces de resistir la tentación, sin duda tendrán mayores dosis de fuerza de voluntad en sus vidas, que los que acaban probándolos, tan apetitosos… Ocurre que en la sociedad de ahora “tiramos” mucho del estímulo exterior de motivación o consuelo; bastante más de lo qué se ha hecho en épocas anteriores. Hoy cualquier niño de familia media tiene acceso a innumerables herramientas o juguetes durante su educación y eso dificulta, cuando no se actúa inteligentemente, el adiestramiento de las propias e íntimas estrategias personales.

También lo hace el adulto. Cuando antes moría un ser querido, el pueblo llano usaba la compañía, la solidaridad, la sopa recién hecha para los dolientes. El duelo se realizaba con los recursos elementales propios de la condición humana. Hoy, gracias a los avances científicos o farmacéuticos, utilizamos directamente el calmante o al psicólogo profesional. Opciones con pros y contras, claro. Como todo.

Que no se me malinterprete, no soy una cavernícola que piense que cada cuál debe resolver sus problemas como pueda, sin ayuda de nada ni de nadie. A diferencia de quienes manifiestan (en un falso sentido de la justicia) que al que le toca, le toca y debe aguantarse, creo en la inteligencia de los humanos siempre que se usa para mejorar la vida común de todos. Y por eso me fijo en los matices, a tener en cuenta en cada caso. Cuando de verdad se buscan soluciones para hoy, con conocimientos y herramientas intelectuales perfectamente conexionada con la propia voluntad.

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