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Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

Detrás de este juego de palabras tan sosaina se esconde la piedra angular de esta columna de seguimiento tan minoritario, que a veces no la leo ni yo mismo. Bueno, hay gente que me sigue, cierto, como mi suegra, a la que le mando un beso muy fuerte desde estas líneas. No, no lo has entendido mal. Suele ser más común saludar desde la tele o la radio, pero es inusual hacer genuflexión cordial a través de este género periodístico. Después de este saludo, espero que me entiendan, me gustaría sorprenderme con ustedes en las formas en las que invertimos el dinero público. El primer error, humano pero imperdonable, es pensar que el dinero público recibe esa consideración exclusivamente por su procedencia. No, señores administradores, recibe ese nombre porque nos pertenece a todos. Con esto habría que aumentar la cautela con la que esos euros se derrochan. Y como se ha demostrado con imputaciones de políticos, tarjetas ‘black’ y bolsas de basura repletas de lilas, el deleite por lo ajeno es más fuerte que el conformismo de lo propio.

Invertir es la única opción para que la región prospere

Esta semana el Ejecutivo extremeño ha anunciado a bombo y platillo dos acciones promocionales de marketing asociadas a celebérrimos artistas. Uno de ellos es el actor y director de culto Woody Allen, y otro el rompecorazones y cantante Pablo Alborán. Para este último, el Gobierno extremeño invertirá casi 100 mil euros a cambio de que airee nuestros productos ecológicos en su gira nacional. La otra acción estrella es traer al inclasificable Allen a ofrecer un concierto con su banda en el Palacio de Congresos de Badajoz. La cantidad no ha trascendido, pues una cláusula en su contrato impide conocer ese dato. Tremendo que tratándose de dinero público y presumiendo nuestros gobernantes de transparencia y austeridad en el gasto, la firma de un acuerdo con una empresa privada nos prive de conocer tan desdeñable cifra.

No es la primera vez que se invierte en celebridades para promocionar un determinado territorio. Acuérdense de Isabel Pantoja y su entrañable amor por Marbella, y acuérdense también cómo y dónde ha acabado. Fichar a un personaje público como estrategia de marketing no es descabellado, de hecho, es como subirse a una ola e identificar las cualidades de esa ‘celebrity’ con el territorio en cuestión. Algo muy distinto es comprobar más tarde si esa inversión se traduce en aumento de visitantes, o de consumo de productos de la tierra, que es de lo que se trata. Ya invertimos en Extremoduro (120.000 euros) o Huecco (25.000 euros), cantidades muy alejadas de lo que se llevaba Marca Extremadura: unos 4.000.000 millones de euros. Invertir es la única opción para que la región prospere, cierto, pero una inversión se caracteriza porque el dinero debe retornar. En eso tenemos que ser muy serios. En pedir resultados y responsabilidades. Alborán o Allen son apuestas. Y como todo azar, son posibilidades.

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