Desde mi ventana
Carmen Heras  

Lo hemos leído y comprobado muchas veces: cuando Julio Verne escribió sus novelas resultaron estrambóticas, inimaginables, pura invención. Todo lo que narran sus páginas, en el momento en el que se escribieron, resultaba imposible de tener en el mundo físico de entonces, porque los medios o instrumentos para hacerlo no existían. Fueron, pues, libros llenos de creatividad, que estimularon nuestra imaginación a través de cuánto les pasaba a sus personajes. Con el paso de los años, sin embargo, la perspectiva cambió. Algunos de los artefactos descritos por el novelista y cuyas copias y maquetas se pueden ver, e incluso visitar, en algunos lugares de ocio de España, se han quedado hoy en día obsoletos pues las consideradas innovaciones no lo son ya tanto ni cuando se piensa en la luna o nos imaginamos el fondo del mar. El tema me resulta interesante, tuvo Julio Verne una imaginación exacerbada, pero no tengo duda que inspiró a quienes vinieron después, científicos, matemáticos o novelistas, que han dado forma a sus fantasías. En ese sentido ha sido un hombre providencial, también fuera de la literatura. Es como cuando en la radio, los periodistas les piden a los oyentes que den su opinión sobre determinados asuntos que ellos tratan en sus programas, y al final todo interactúa con todo, pues teniendo el oyente la visión previa que le ha dado el informativo, interactúa con él, al difundirla y complementarla. Al término, lo último que escuchamos es del gusto de la mayoría pues la mayoría lo ha «fabricado» y el medio es el líder en las encuestas con la consiguiente publicidad contratada. ¿Qué les parece? Ya saben, el «gran hermano» y todo eso. Lo publicitario. Así que tengamos cuidado con lo que imaginamos, no sea que nos llegue más pronto que tarde, en esta intercomunicación entre seres y cosas, entre ética y amoralidad, entre las «honras» y los «barcos» que fueron motivo de elección para Casto Méndez Núñez, almirante español en la Guerra del Pacífico, pero que hoy se rebuscan y se aman sin complejos. Amigos lectores, al parecer nos hemos quedado huérfanos de discurso, el pragmatismo cubre casi todo bajo el esquema de la unidad de acción tantas veces ensalzada. El tiempo dirá si es un nuevo invento de futuro o sólo un recurso de hoy para lidiar con los deseos y ambiciones de unos y otros. Y estoy pensando en muchos de los líderes que copan los titulares periodísticos.

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