Vergonzoso. Humillante. Esperpéntico. Atroz. Ridículo. Manipulado.

Son solo alguno de los términos con los que podríamos referirnos a la subida de la luz, cuyo primer intento tuvo lugar la semana pasada como consecuencia de la subasta, a pesar de que Competencia haya anulado el resultado. ¿Cómo le explicamos al consumidor que su factura eléctrica puede subir casi un 12% en 2014? ¿Cómo le explicamos que la ley de oferta y demanda que suele fijar los precios en productos y servicios aquí no tiene ningún efecto? Sencillamente es inexplicable que unos señores que dicen proveer a este país de luz formen un oligopolio y marquen las tarifas a su antojo, imponiendo unos precios que están fuera de mercado. Ya somos el tercer país que paga la factura eléctrica más cara, solo por detrás de Malta y Chipre, y ya vieron el estado de salud de este último. ¿De esto no dice nada la marca España? Tan culpable es quien sube la tarifa a sabiendas de que millones de personas en este país no pueden mantener la calefacción durante el invierno, como aquellos que lo consienten. Y en este punto tiene mucha responsabilidad el Gobierno de España. Pero no sólo este de Mariano Rajoy, sino todos los anteriores, sean del signo que sean, de izquierda o derecha, populares y socialistas, que han dejado hacer a su antojo un sistema de privilegios a las industrias eléctricas.

Se escudan en el ‘déficit tarifario’ para justificar las subidas reiteradas de precios y acuden al papá Estado en busca de ayudas públicas que mitiguen el dolor del consumidor cada vez que encienda la luz. ¿Y de dónde proviene esa escasa rentabilidad por su parte? ¿No se debe quizás a que han afrontado inversiones titánicas que ahora pretenden repercutir en los ciudadanos? Son esas mismas eléctricas las que poseen inversiones cruzadas en centrales nucleares o hidráulicas, por ejemplo, obteniendo ingentes beneficios.

Es un mercado regulado, que no atiende a oferta y demanda. ¿Pero nadie ha pensado que quizás ese cálculo de precios sea erróneo? A juzgar por la cantidad de población que en este país no puede afrontar el recibo mensual que aterriza en su buzón, la respuesta es más que obvia. ¿Por qué Alemania, Italia o Francia pagan menos?

No es este un tema baladí para abordar en estas pocas líneas. No nos basta que Competencia haya anulado el resultado de la subasta eléctrica de la semana pasada. Debemos exigir que cambien un sistema que a todas luces –y nunca mejor dicho- es injusto, interesado, manipulado y creador de pobreza. El Gobierno debe terminar con los privilegios de estos señores y evitar que la industria de velas tenga un repunte porque apretar el interruptor de la luz sea la última opción.

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