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Dudas de papel /
Goyo Tovar

Parece que lo más elevado que pueda construir la especie humana es el amasijo ordenado y compuesto de cómo debiéramos comportarnos a la vista y criterio justo de nuestros semejantes. Los doctos llaman ”corpus” a este intento y los iletrados se conforman con obedecer en lo que pueden los mandatos codificados en artículos, capítulos y títulos. Los códigos y las leyes son así, señora.

Los muchos esfuerzos y estudios dirigidos a perfeccionar las reglas del comportamiento social, pasan por someterse a definiciones simples como un huevo; con el riesgo de no ser bien entendidas, con el peligro de torcer lo recto al capricho de lo retorcido. Así que también nos debemos dotar de normas simplificadas. Por ejemplo, el profesor Enrique Tierno acuñó que los bolsillos de los políticos debieran ser de cristal. Claro está, en la ocasión no se sospechaba que los bolsillos estuviesen allende fronteras y mares.

Así que aplicar la rectitud de juicio a las cosas que hacemos requiere no sólo de refugios transparentes y de manos limpias, también de interpretaciones generosas. No obstante, para evitar que tanta generosidad alimente bien al enemigo hemos inventado la simplicidad de la contranorma “ojo por ojo”, que son sólo nueve letras con las que otra gente trata de arreglar el mundo.

Y es que el estado noruego ha sido condenado por un tribunal de Oslo por dar un trato inhumano al condenado A.B. Breivik, autor confeso de un atentado con bomba y de la matanza de la isla de Utoya, que supuso la muerte de 77 personas, muchas de ellas jóvenes laboristas que convivían en un campamento de verano. Argumenta el tribunal que el trato que ha recibido el prisionero es denigrante, que los continuos cacheos a cuerpo desnudo y la limitación de visitas, evidencian un trato inhumano que se ve agravado por el hecho de imponer que las visitas fuesen realizadas tras un muro de cristal -transparente-, todo por la seguridad.

Muchas dudas nacerán de esta orquestada humanización; unas personas obtendrán como conclusión que los gobernantes no debieran tener ni siquiera bolsillos, que las cárceles no debieran tener ni rejas, ni puertas, ni ventanas. Otras personas seguirán pensando que ya los romanos estaban locos, cuanto más los derechos heredados y las concesiones garantistas.

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